El 1 de enero se celebra la 46 Jornada Mundial de la Paz. Con tal ocasión, Benedicto XVI ha dirigido al mundo un Mensaje sobre el tema "Benditos los que construyen la paz”. El texto pontificio es brillante y práctico a la vez. Parte del convencimiento de que los auténticos constructores de la paz son aquellos que viven una ética, cuyos principios esenciales se basan en la realización del bien común, pasando por el respeto a la vida desde el primer momento de su concepción hasta el final natural de sus días.

Benedicto XVI se pregunta: "¿cómo es posible pretender conseguir la paz, el desarrollo integral de los pueblos o la misma salvaguardia del ambiente, sin que sea tutelado el derecho a la vida de los más débiles, empezando por los que aún no han nacido?” Además, la convivencia pacífica entre los ciudadanos demanda que no se obstaculice el derecho al uso de la objeción de conciencia frente a las leyes y medidas gubernativas que violan la dignidad humana, como el aborto y la eutanasia.

Resulta claro que no hay paz sin libertad religiosa. Todo ser humano debe estar libre frente a cualquier coacción tanto por parte de personas particulares como de grupos sociales, políticos y religiosos. Pero también ha de tener libertad de testimoniar, anunciar, enseñar su propia religión en privado y en público, solo o asociado con otros. Benedicto XVI denuncia la persecución de tantos cristianos como la intolerancia del laicismo exacerbado contra la Iglesia que se sufre en países de Occidente.

En el plano económico, los que trabajan por la paz deberían oponerse a determinada ideología del liberalismo radical que erosiona la función social del Estado y de la sociedad civil. Construir la paz en nuestros días, pasa por reconocer que es necesario un nuevo modelo de desarrollo, así como una nueva visión de la economía. Esto exige una correcta escala de valores y bienes, donde se tenga más presente la dimensión espiritual de la persona y la llamada a la consecución del bien común. Según la visión del Papa, en los momentos actuales es fundamental para la paz, la estructuración ética de los mercados monetarios, financieros y comerciales. Éstos han de ser estabilizados, mejor coordenados y controlados, de modo que no se cause daño a los más pobres.

En síntesis, es necesario enseñar a los hombres a amarse y educarse en la paz, viviendo con benevolencia, más que con simple tolerancia.