A los 16 años, Néstor Kirchner era un chico flaco y desgarbado al que le pesaba mucho el apodo que le pusieron en el colegio: Lupín. Por ese entonces había una revista con una tira cómica llamada Lupín. El personaje era un aviador que, como los pilotos de la Primera Guerra Mundial, usaba una especie de gorrito con orejeras como lo usan los niños coyas en Salta y Jujuy aún en la actualidad. Como en el Sur siempre hace frío las madres también ponían a sus hijos esos mismo gorritos y Néstor Kirchner no fue la excepción: flaco, alto, con nariz grande y ojos saltones, se veía igual al popular personaje del comic. Así fue que en el colegio comenzaron a llamarlo Lupín y es así como se lo conoce hoy en día en la ciudad santacruceña de Río Gallegos, aunque con el paso de los años lo llamaban “Lupo”.
