Muchas veces queremos cumplir con todo al mismo tiempo, con la familia, los amigos, en nuestro trabajo, hasta las actividades que son de esparcimiento terminan siendo una presión u obligación. Y, la pregunta que nos hacemos es ¿Por qué nos pasa esto? ¿Por qué no puedo clasificar las prioridades?

¿Hay alguna explicación psicológica para que no podamos hacer lo urgente y luego lo importante?


La dificultad de establecer prioridades se está dada básicamente por dos factores:

1- La falta de hábitos saludables de clasificación, el problema en este caso es que no tenés claro tu objetivo, es decir, hacia dónde vas, qué querés lograr. Tener tu objetivo claro internamente te permite ordenarte externamente.

2- La omnipotencia, el creer que "lo podés todo’, y en consecuencia, no necesitas clasificar ni ordenar las tareas según su importancia. Esta omnipotencia que es inconsciente te lleva a moverte con ese desorden.

Soy desordenado, pero sé dónde está cada cosa…


Es importante aclarar que una cosa es orden y otra prolijidad. Orden es saber qué tengo y dónde está, pero no implica prolijidad, que es algo estético. Por ejemplo: si alguien limpia mi casa y acomoda las cosas, todo está prolijo ¡pero, yo no encuentro mis lentes! Eso es falta de orden, es decir, si bien está prolijo, no hay orden. Por otro lado, si yo sé dónde están mis lentes, pero todo está desordenado, podemos decir que no está prolijo, pero sí está ordenado, porque el orden es algo personal e interno.

Si mis problemas me consumen todo el día ¿cómo puedo ordenarme?


Tenés que pensar en el problema el 20% del tiempo, el otro 80% tenés que dedicarlo a pensar en cómo resolverlo.

Cuando le entregás al médico una radiografía, él la mira y rápidamente te receta la medicación, ¡no está todo el día mirando cual es la enfermedad! Así como el médico que estudia el problema para buscarle una solución, nosotros también debemos analizar el problema y rápidamente pasar a la búsqueda de soluciones.

Cuando una periodista le preguntó a la Madre Teresa cuál era su objetivo, ella respondió: "Cambiar al mundo para Cristo’. "¿Pero cómo puede hacer eso una sola persona?, ¿Por dónde se empieza?
" volvieron a indagar. "Se empieza por la primera persona que Dios ponga en tu camino".

Y así es como tenemos que ir resolviendo nuestro día y nuestros problemas, de a uno por vez; cada vez que se te presente una dificultad ponéle un número del 1 al 10 en urgencia y vas a ver como no vas a sentirte tan cansado y vas a poder resolver todo en paz y con sabiduría. Si organizas tu día vas a ver cómo todo cambia y al final de la jornada vas a ver mayores resultados.