Desde la óptica del poder existe dos concepciones muy claras y muy diferenciadas al momento de tomar decisiones que van dirigidas a un sector o a toda la sociedad. Son las medidas efectivas y las medidas efectivistas. Las primeras son aquellas direccionadas a fortalecer ese estadio del funcionariado y de los mandatarios gubernamentales con el objetivo de generar fortalezas a los cuales los ciudadanos no accedan, tales como medidas proteccionistas sobre su accionar.
Por otro lado están aquellas medidas que juegan un rol psico-social de penetración masiva para influenciar el colectivo imaginario de las masas. La referencia es a la reciente y pública idea y acción de gobierno de la provincia de Buenos Aires referida a la nueva escala evaluativa a la que deberá someterse los procedimientos para auscultar los saberes de nuestros educandos.
La sola manifestación de las argumentaciones exhibidas por los funcionarios que las han expresado muestra tal nivel de desequilibrio ético en materia educativa que soslayar con tal liviandad la valoración de la tabla numérica con que se expone el nivel de estudios y/o conocimientos que hacen a su formación académica y a su evolución integral desde los ámbitos pedagógicos, que realmente nos pone a las puertas de ese concepto que expresa el político cuando decide desde su órbita reformista proceder con un carácter revolucionario modificar una parte de las estructuras o aspectos educativos para conservar ese status quo sin cambiar realmente lo que se pretende.
Justificarse que los valores 1, 2 y 3 deben simplemente desaparecer de todo método o criterio de evaluación con especulaciones que llevan implícito la consigna superior: "olviden la misión natural de la escuela como ámbito de educación. Ahora es el ámbito de sociabilización y de contención”. El cáncer que padece nuestra educación es por la tramposa tergiversación conceptual que se hace del término inclusión que lo expresa el art. 16 de la ley de educación nacional: "…asegurar principios de igualdad e inclusión educativa…”. se lo ha interpretado como inclusión populista con exclusión de calidad educativa, pues carecen estas políticas del principio de profundizar los conocimientos, adquirir destrezas y mayor nivel en las técnicas de estudios y supeditar la didáctica y la pedagogía a proposiciones políticas cargadas de neologismos. Revisando los postulados de la Convención de los Derechos del Niño, uno de ellos explícita: "Promover el derecho a aprender”; mandato que es bastardeado desde la política por cuanto es exactamente lo mismo no aprender que pasar de grado a lo cual le agreguemos la prohibición de no poder repetir el primer grado, con lo cual se genera en el segundo grado un nivel inadecuado para recibir los contenidos curriculares que requieren una base cualitativa de conocimientos y aprendizajes que les son negados a los alumnos en pos de medidas populistas.
Con el objetivo de describir esos "agujeros negros de la educación”, señalamos que tampoco se repite el último año de la secundaria porque es preciso vaciar las aulas que necesariamente serán ocupadas por los educandos de años anteriores.
Para los que se quedaron sin recibirse, la medida política mágica y salvadora, el Plan Fines. Que no es otra cosa que una parodia de temas que no alcanzan a cubrir el concepto de "contenidos mínimos” del espacio curricular adecuado y que el educando saliente no alcanzó a aprobar en el cursado normal durante el año.
El valor agregado que conlleva este laboratorio político de la educación es la destrucción sistemática y planificada de la educación superior y universitaria. A los resultados reales de ellos me remito para aseverar que nuestros mandatarios no gobiernan para una Argentina mejor, sino para convertir a la Nación en una neocolonia de aquellas potencias que propician políticos que lleven a cabo sus estrategias geopolíticas en países como el nuestro.
¿Serán estas medidas el epítome del sistema educativo argentino para los próximos decenios?, o estamos en los umbrales de un deterioro crónico de la salud educativa de las próximas generaciones, de la cual no se avizora el remedio adecuado por parte de los próximos candidatos a conducir los destinos de nuestro país.
(*) Pedagogo.
