Tres a cero a favor. Más de media hora por delante para completar la fiesta. El rival, dominado. Los hinchas visitantes, desalojados. Imposible imaginar que el absurdo se adueñara de la escena entre los hinchas más radicales de Atlético Trinidad, pero sucedió. Una invasión prematura, absurda, tonta. Que tendrá sus consecuencias, eso sí. Porque cuando iban 15 minutos del segundo tiempo del clásico que estaba consagrando a Trinidad como el mejor de la atribulada y castigada temporada local, los que se dicen hinchas y en nombre de la pasión justifican cualquier brutalidad, se metieron. Invadieron el campo de juego para festejar un título que su equipo merece pero que aún no ha ganado. Después, la agresión a los jugadores de Unión no hizo más que detonar un coctel de violencia que terminó empañando una fiesta que Trinidad se merecía y que el fútbol de San Juan estaba necesitando. Ahora, el momento de las explicaciones, de repartir culpas, de buscar justificaciones, no alcanzará para tapar en enorme papelón que los que sepultaron lo que tuvo que ser una fiesta.
PRINCIPIO DEL FIN
Era el primer clásico completo. Con las dos hinchadas y con todo el folclore que se debía la temporada local. Con el color de los dueños de casa en la cabecera Norte y con la respuesta incondicional de Unión y su gente que colmó la tribuna Sur. Arrancaron bien dentro de la cancha y entregaron un comienzo electrizante. En las tribunas, a pura garganta, le pusieron acústica. Era clásico completo. Llegó el gol de Trinidad y ahí, la gente de Unión ya empezó a jugar otro partido. Rompieron el alambrado detrás del arco de Lavorante y se dieron el lujo de entrar, salir y volver a entrar frente a la policía, que recién luego de 20 minutos se apostó en ese sector y neutralizó el problema.
En el complemento, el comienzo arrollador de Trinidad no dejó margen para la reacción de Unión porque en 12 minutos ya estaba 3-0 arriba. Liquidado. La gente de Unión empezó su retirada. La Policía los apuró y fue cuando se desataron los primeros disturbios. En el otro extremo, en la cabecera Norte, la gente de Trinidad empezó a amagar con meterse. Los frenó la policía en su primer intento pero cuando la atención volvió a centrarse en el Sur, se metieron. Una invasión demasiado prematura porque al partido le quedaban 30 minutos por jugar. Primero, fue para festejar pero luego pasaron a la provocación con los jugadores rivales que no alcanzaron a meterse en los camarines. Adrián Galván y Roberto Ovejero se defendieron como pudieron. Enardecidos, los hinchas de Trinidad arremetieron contra todo. Incluso, avanzaron a los camarines. Luego, la policía se reagrupó y pudo frenarlos pero el mal ya estaba hecho. En el día que parecía broche de oro para Trinidad por su gran campaña, su gente en vez de vuelta olímpica, dio una vuelta para atrás. Ahora, en un escritorio, se decidirá el futuro del clásico y del campeonato. El castigo debe ser ejemplar. Marquesado y Aberastain -con 9 puntos quitados- lo viven en carne propia y pueden dar cuenta de que estas cosas no pueden volver a pasar.
