Faltan solamente tres días. Tres laaargos días para que comience otro mes de esos que se esperan cada cuatro años. Setenta y dos horas para reforzar más esa pasión única que envuelve al planeta: un Mundial de fútbol. Llega otro torneo que dispara a su vez otras tantas cosas. Desde la gran esperanza que la Selección vuelva a ser campeona, hasta los mentados repasos históricos personales (¿Dónde estaba y qué estaba haciendo yo hace 4 años o en 1986, la última vez que la celeste y blanca fue campeona?).

El Mundial transforma la rutina. No curará enfermedades, no solucionará corazones rotos, ni ayudará al bolsillo. Pero “hay algo” en el aire que provoca que casi todo el mundo respire fútbol. Es como subirse a un barco para dar una vuelta por un mar que está por descubrirse. Si habrá tormenta o un viaje inigualable, el tiempo lo dirá.

No es necesario estar pendiente de todos los partidos, aunque el futbolero ya tiene marcado en su fixture guardado en la billetera, que el viernes hay dos partidos para no perderse, que el sábado debuta Argentina, que de la presentación de cada grupo, uno que estará muy bueno será el que se midan Portugal y Costa de Marfil, que para Chile-España hay que esperar un rato todavía…

Aunque parezca obvio, la magia se renueva: un nuevo Mundial de fútbol está por empezar. Y hasta las cábalas se ponen contentas.

Lisandro Peyran