En este juego salvaje y cruel que moviliza cambios en el fútbol, todo vale. Desde la fiereza sin límites a la frialdad más indignante y ese fue el traje que eligió vestir el dueño de AFA, Don Julio Grondona, que para llevar a Diego al punto que quería, eligió no confrontarlo y pegarle por el lado que a los técnicos más les duele: el de sus colaboradores. Esa fue la estrategia y el final, era crónica ya anticipada. Es que desde que se consumó la dolorosa eliminación en Sudáfrica, de un lado y otro empezaron a levantar banderas: Grondona y retoques, Diego y su poder. Desde AFA, el mensaje que trascendió en la previa fue “continuidad con cambios”. Un sencillo y traducible “si no te gusta, te vas”. Desde el entorno de Maradona, la respuesta tácita fue “se va uno, se van todos”. Así, el desenlace de la historia era previsible y en la cumbre Grondona-Maradona casi como que sobraron palabras porque cuando pusieron en la mesa cambios, Diego pegó el portazo. La estrategia no es nueva. Pompilio, tras la exitosa campaña de Miguel Russo en Boca con la conquista de la Libertadores, decidió limpiarselo tocándole a sus colaboradores. También, más cerca, lo vivió San Martín cuando forzaron la salida de Gustavo Quinteros buscándolo por el lado de su cuerpo técnico. Por Ariel Poblete
