Por el Doctor Antonio De Tommaso,
Director de IOPPS- Docente Universitario.

La juventud como hecho social es un fenómeno moderno, contemporáneo. Hace 50 ó 60 años, los jóvenes no se distinguían de los “adultos” ya que sus aspectos y actividades sucedían a imagen y semejanza de sus mayores. En cambio, los jóvenes de hoy son culturalmente distintos de los adultos.

La juventud actual (y la de los últimos treinta años) es una población que se diferencia por su modo de vestir, de pensar, actuar y hasta de hablar. Y esto es tan obvio que explicitarlo produce sorpresa.

La juventud como realidad social es una realidad histórica que aparece asociada a la multiplicación de funciones en la sociedad, a esto los científicos sociales le llamamos generalmente etapa de moratoria. Es la etapa en la cual un sector de la población se la prepara para la integración a la dinámica de la sociedad.

Ciertamente, jóvenes han existido siempre y estos han sido capacitados para ejercer luego tareas en su comunidad; sin embargo en las sociedades modernas los jóvenes son diferenciados del resto de la población, es decir se diferencian jóvenes de adultos.

La sociedad en su conjunto reconoce esta separación y produce imágenes sobre lo juvenil que todos consumen, tanto los adultos como los propios jóvenes. Por ello podemos afirmar que la juventud es una realidad histórica, es decir, una construcción social.

Sirva esta introducción para entender por qué los jóvenes actuales piensan como piensan. Acusar que están equivocados en sus expectativas, sistema de creencias nos obliga a quienes tenemos algunos años mas a preguntarnos que hicimos por ellos y la respuesta del conjunto -en este caso- debería ser “Hicimos muy poco, casi nada”.

En una sociedad de adultos caracterizada mayoritariamente por el desinterés, el consumo, la farándula y la estupidez, no debe sorprendernos que a la mitad de los jóvenes no les interese el trabajo y sí el ganar mucho dinero.

En una sociedad de adultos caracterizada por la escasa solidaridad y mínimo compromiso social, no debe sorprendernos que al 50 por ciento de los jóvenes tener amigos no sea un hecho de relevancia, y al 70 u 80 por ciento no le preocupen los problemas de la sociedad, ni de la política, ni del vecino.

En cuanto a las expectativas de la juventud podríamos categorizarlas en positivas, como por ejemplo ser un profesional, formar una familia o realizarse como persona que suma un 50 por ciento de las opiniones juveniles y el otro 50 por ciento de opiniones cuyo interés es tener un auto, mucho dinero, ser famoso. Es decir lo material contra lo espiritual. Un calco de lo que sucede en los mayores.

Generar un clima de contrajuventud no es sólo atacar a una generación, separando o discriminando, sino perjudicando su construcción histórica.

Sería virtuoso, por parte de quienes somos más grandecitos, reconocer con honestidad intelectual nuestra torpeza en la construcción de las nuevas generaciones.