La familia dominicana de todo el mundo acaba de celebrar el 800 aniversario de la confirmación de la Orden Católica de Frailes Dominicos que fue fundada en 1214 por Santo Domingo, en Toulouse, Francia. Su finalidad era la de contrarrestar las herejías de aquel entonces, por medio de la predicación, la enseñanza y los ejemplos de austeridad. La orden fue reconocida con carácter formal en 1216, cuando el papa Honorio III les otorgó la confirmación papal. También les otorgó toda una serie de privilegios, tales como el derecho a predicar y a escuchar confesiones en cualquier sitio, sin tener que solicitar una autorización al obispo de la diócesis local. Ya en 1205, Domingo había notado la necesidad que había de que existiera una orden como ésta, para poder así convertir a los albigenses. Fue también por estas fechas cuando decidió dedicar su vida a la evangelización de los heréticos y los analfabetos. Predicadores y defensores de la ortodoxia los dominicos insistían especialmente en el vivir en un estado de pobreza absoluta, rechazando incluso las posesiones que eran propiedad de la comunidad, transformándose así, al igual que los franciscanos, en una orden mendicante. En 1425, el papa Martín V les otorgó una autorización para que pudieran poseer ciertas casas; el papa Sixto V hizo extenso el permiso a toda la orden en 1477. La primera casa dominica fue fundada en la iglesia de san Román en Toulouse, desde la que, en 1217, Domingo envió a algunos de sus discípulos a difundir el movimiento por todo el resto de Francia y de España. En el plazo de 6 años la orden se trasladó incluso a Inglaterra, fundando una casa en Oxford. Allí los dominicos recibieron el nombre de frailes de hábito negro, debido al hábito que usaban fuera de sus monasterios cuando predicaban y escuchaban confesiones, un abrigo y una capucha negra sobre una túnica blanca de lana. A fines de siglo, los frailes de hábito negro contaban con 50 conventos y residencias activas en Inglaterra, lo mismo que en Escocia, Irlanda, Italia, Bohemia, Rusia, Grecia y Groenlandia. De acuerdo con el propósito de su fundación, los dominicos siempre habían sido reconocidos como predicadores muy entregados, y por estar en contra de cualquier variación en las enseñanzas de la Iglesia católica. Les fue confiada la misión de supervisar la Inquisición como una empresa eclesiástica, e incluso en España, donde la Inquisición se transformó en la práctica en un departamento de gobierno civil, siempre había un dominico al frente. La oficina del Amo del Palacio Sagrado, el teólogo personal del Papa, creado por santo Domingo en 1218, y dotado más tarde de grandes privilegios por el papa León X, siempre estuvo a cargo de algún componente de la orden. Después de 1620, una de las labores de la congregación era la de supervisar todo lo que se pudiera o no pudiera imprimir en los libros de religión. Contribuciones a la Iglesia y a las artes Los dominicos han ocupado cargos de gran importancia dentro de la Iglesia; cuatro papas, Inocencio V, Benedicto XI, Pío V y Benedicto XIII, como también contaron con más de 60 cardenales miembros de la orden. Además de su trabajo específico, los dominicos han hecho mucho para el fomento y la ayuda en el desarrollo del arte. De sus claustros han surgido muchos y muy distinguidos pintores, tales como fray Angélico y fray Bartolomeo. Sus principales contribuciones a la literatura han sido en materias de la teología y la filosofía, con tan notables escritores como fueron santo Tomás de Aquino y san Alberto Magno. La importante enciclopedia medieval Speculum Majus fue fruto del trabajo del dominico Vicente de Beauvais. Otros destacados dominicos fueron los místicos alemanes Meister Eckhart, Johannes Tauler y Heinrich Suso, como también el predicador y reformador religioso italiano Savonarola. A finales de la edad media, la influencia de la orden fue sólo igualada por los franciscanos. Ambas órdenes compartían un gran poder sobre la Iglesia y sobre los estados católicos, determinando que muchas veces surgiera una fuerte hostilidad entre los miembros del clero de las distintas parroquias, cuyos derechos con mucha frecuencia parecían ser usurpados por los frailes. Los dominicos jugaron el papel principal en lo que fue la evangelización de las colonias españolas en América; la primera santa americana, Santa Rosa de Lima, fue una monja de la Tercera Orden de los dominicos que llegó a gozar de altos dones místicos. El papa Clemente X la canonizó en 1671 y la declaró patrona de Lima, América, Filipinas y las Indias orientales. El trabajo desarrollado en las misiones sigue siendo hoy una de las funciones más relevantes de los dominicos.
Los dominicos mantienen aún sus características iniciales de ser maestros y defensores de la ortodoxia confesional. En Nuestra Provincia esos estudios para seglares finalizan como profesos en tres años para el Carisma de la Orden y los estudios para la Consagración a la Virgen del Rosario.
