Consagró su vida a Dios tomando los hábitos que la convirtieron en monja y como religiosa dedicó su vida a la educación de los niños y al cuidado de enfermo de tuberculosis. Hoy, María Crescencia Pérez se convertirá en la séptima beata argentina, la primera de Buenos Aires, en un acto que será multitudinario en la localidad bonaerense de Pergamino, en una ceremonia presidida por el cardenal Angelo Amato, enviado especial del Papa.

El Vaticano le reconoció el milagro de la cura inexplicable de una hepatitis aguda fulminante de María Sara Pane, quien además padecía diabetes.

La mujer enferma que en 1995, cuando tenía 23 años, comenzó a rezarle tras recibir una estampa con la imagen de la religiosa, también participará de la ceremonia acercando al altar un relicario junto con la madre general de la congregación de las Hijas de María Santísima del Huerto, a la que perteneció Crescencia Pérez.

Angélica Pérez nació el 17 de agosto de 1897 en el partido bonaerense de San Martín, fruto de un matrimonio de inmigrantes llegados de Galicia, España, que tuvo siete hijos, y supo de padecimientos y pobreza.

En 1915 ingresó en el noviciado de Buenos Aires de las Hijas de María Santísima del Huerto, monjas que también la educaron e hizo su profesión religiosa para esa congregación tres años más tarde. La religiosa dedicó su apostolado a los niños primero como maestra y luego cuidando a los enfermos. Estuvo tres años junto con niños tuberculosos internados en un sanatorio de Mar del Plata. Al enfermar de pulmonía, se trasladó en busca de mejores condiciones climáticas a Vallenar, Chile, donde atendió a los internos del hospital local hasta el final de su vida. Murió el 20 de mayo de 1932, a los 34 años, en medio de gran pesar de la población local, que la llamaba ‘la santita‘ o ‘sor Dulzura‘.

Reflejo de la devoción popular, los habitantes de Vallenar impidieron que se llevaran su cuerpo. Por eso quedó allí 35 años, hasta que en 1966 la Congregación dispuso el traslado de sus restos a Quillota. Provista de una pequeña urna, abrieron el ataúd para reducir sus restos, pero encontraron intacto y en perfecta conservación su cuerpo. Toda la ciudad de Vallenar se congregó para constatar este hecho tan singular. Por ese motivo realizan de nuevo el velatorio y luego llevan los restos de ‘la santita’ a Quillota donde descansó 17 años. En la actualidad sus restos se encuentran en la Capilla del Colegio del Huerto, en Pergamino.

La causa de canonización comenzó en 1986, en la diócesis de San Nicolás de los Arroyos. En el Vaticano fue declarada primero ‘sierva de Dios‘ y luego ‘venerable‘.