Tokio.- Copa Sudamericana, noviembre de 2014, instancia semifinal y Boca como rival. Ni bien arrancó el partido, Ariel Rojas comete una falta y Delfino pita penal. Silencio en el Monumental. La pelota la agarra Gigliotti. Se prepara, dispara y Barovero. Sí, la mano derecha abierta impactaba en el balón y el delirio.

Estalló el estadio. Gigante la figura del flaco desgarbado que llegó a River en voz baja y tapó la pelota más importante del partido y la que, luego, sería la clave de la llave. Para Gigliotti fue el inicio de sus peores días (se fue de Boca) y para Barovero el puntapié para su bronce.

16 de diciembre de 2015, semifinal del Mundial de Clubes en Japón. Otra vez Barovero resultando clave, lo suficiente para que sus atajadas hayan marcado a fuego el partido. Por él River no perdió. Por él River no se tiñó de fracaso. Por él River, seguramente, jugará la gran final con el Barcelona.

Amadeo Carrizo y Ubaldo Filliol ya le hacen un lugarcito a Marcelo Barovero en ese podio de grandes guardametas riverplatenses. Se lo tiene merecido.

¿Te acordás de este momento?