Para los adultos mayores de 65 años les es complicado llegar a ingerir la cantidad diaria recomendada de líquidos -del orden de los dos litros y medio- debido a varias razones. Además de la falta de sed, también hay que tener en cuenta las alteraciones del nivel cognitivo como demencias, depresión o ansiedad, y los cambios en la función renal, que puede verse reducida por infección, diabetes, cálculos renales y obstrucción del tracto urinario. Eso ocasiona la pérdida de mucha agua con respecto a la cantidad de materiales de desecho que elimina por la orina y hace necesario ingerir más agua para excretar la misma cantidad de urea y sodio. Otras causas a tener en cuenta son las incapacidades físicas o psíquicas como el Mal de Parkinson o los infartos que dificultan comer y beber. Además, las alteraciones gastrointestinales llevan a que la mayoría evite el consumo de líquidos por miedo a la incontinencia urinaria.
