Contra todos los pronósticos y encuestas, el empresario Juan Carlos Varela se impuso en las elecciones generales realizadas en Panamá, en un recambio democrático elogiado por la OEA y la prensa internacional en virtud de la la gran respuesta del electorado para renovar la Presidencia, los mandatos legislativos y municipales, ente otros cargos electivos.

Si bien en un a primera lectura se trata de una continuidad del oficialismo, ya que Varela es vicepresidente del mandatario Ricardo Martinelli, los resultados suponen un claro castigo a las maniobras del gobernante saliente en su intensión de mantener el poder político, si se considera que Varela es el más enconado enemigo de Martinelli, a pesar de mantener el cargo por ser constitucionalmente irrenunciable.

Las diferencias ideológicas entre Varela y Martinelli prácticamente no existen, pero representan dos maneras de actuar radicalmente opuestas y bien diferenciadas por la sociedad panameña. Martinelli ha convertido a Panamá durante su mandato en el país de mayor crecimiento económico de América latina y ha realizado inversiones en infraestructuras nunca antes emprendidas y concluidas en esta nación de casi cuatro millones de habitantes. Las diferencias se acentúan en los anuncios de Varela para constituir un gobierno será de unidad, humano, con visión social y vocación de servicio público, según sus bases programáticas.

El líder del Partido Panameñista, que se impuso a quien se insinuaba como favorito, José Domingo Arias, del partido Cambio Democrático, es un ingeniero de 50 años educado en los Estados Unidos, que nació en una familia pudiente propietaria la empresa de licores más grande de Panamá. Además, en su educación tuvo fuerte influencia jesuita y se formó en la teoría de la liberación, en auge durante la década de 1970 y 1980. Las guerras civiles en Nicaragua y El Salvador, en las que murieron decenas de miles de personas, también le dejaron su huella política.

La trascendencia de los comicios panameños lo marca la Constitución del país, al establecer que un jefe de Estado no puede ejercer dos mandatos consecutivos y debe esperar dos períodos presidenciales para volver a ser candidato, lo que también atañe a sus familiares. Un ejemplo institucional para la región.