Fue una de las primeras caras de aquel equipo de Rubén Darío Forestello empezó a armar buscando el regreso a Primera División. Impresionó muy bien, incluso siendo titular en aquel lejano primer ensayo de ese plantel frente a Independiente Rivadavia de Mendoza.
Omar Pinedo Zabala, el boliviano no sabía que empezaba a escribir una historia marcada por la paciencia, la perseverancia y la fe misma. Es que llegaron las lesiones, la falta de chances, de continuidad y cuando parecía incluso que su nombre estaba en los planes del entrenador de Bolivia para la Copa América de este año, a Pinedo le dieron otro golpe a su amor propio. Se quedó sin Copa y aguardando en silencio la oportunidad que tanto quería. No fue mucho al banco con Carlos Mayor después de un comienzo en el que parecía tener esas opciones.
La peleó callado y ayer, cuando parecía que se acababan las respuestas, a Pinedo lo mandaron a la cancha como volante adelantado por derecha, lejos de su posición natural de segundo punta. Pero se tenía fe y cuando salió la contra rápida por la izquierda manejada por Aparicio, el Pinedo buscó la derecha para la descarga.
Vino el centro, quedó picando la pelota en el área grande y cuando vio que era ese el momento que tanto había esperado, definió con toda la fe del mundo. Esa misma que muchas veces lo hizo entrenar y entrenar esperando ese momento mágico.
