La estricta regulación demográfica impuesta por el gobierno de China hace tres décadas, con el propósito de frenar la superpoblación del país, fue eliminada ayer al comprobarse un efecto adverso impensado en su momento: la drástica disminución de la población económicamente activa. El envejecimiento de los chinos es ahora similar al de las naciones más desarrolladas, un nivel todavía no alcanzado por el coloso asiático, y afecta a su competitividad.
El régimen comunista puso en marcha la política del hijo único en 1979 a fin de reducir los problemas de superpoblación del gigante asiático y según los expertos ha servido para evitar que la población actual del país fuera de 1.700 millones de habitantes si se hubiese mantenido la proyección de ese momento. Ahora China supera los 1.300 millones, con alto envejecimiento en la pirámide demográfica y una notoria disminución de las tasas de crecimiento.
Precisamente la eliminación del hijo único, llevando a dos los descendientes de la pareja, es una reforma incluida por el XIII Plan Quinquenal para el lustro 2016-2020, aprobado luego de cuatro días de deliberaciones en el plenario anual del Partido Comunista Chino, el máximo organismo de poder. El giro demográfico era previsible en la óptica de los observadores occidentales por los efectos secundarios de la regulación para algunos insostenible.
El Gobierno chino siempre defendió que el hecho de restringir a un solo hijo la descendencia de muchas parejas, sobre todo en zonas urbanas, contribuyó al desarrollo del país y a la salida de la pobreza de más de 400 millones en las últimas tres décadas. Pero Pekín también admitía que se aproximaba el momento de ponerle fin, más allá de la flexibilización con excepciones que comenzaron a aplicarse discrecionalmente por zonas en 2013, en las que un matrimonio podía tener un segundo vástago.
Según la ONU se calcula que para 2050 el porcentaje de ancianos chinos será del 24%, imposibilitando a los jóvenes cuidar a sus padres y con un desborde del sistema jubilatorio y asistencial, prácticamente imposible de atender en el Estado. Se suma un problema cultural, ya que las familias chinas prefieren al hijo varón lo que llevaría a 2020 a tener 24 millones de solteros, complicando aún más la cuestionada política regulatoria.
