Señor director:
Tengo a mi alrededor a dos ángeles: mi esposo y mi hijo, quienes a "su manera” me cuidan. Mi pareja en la lucha pasa mucho tiempo fuera de la casa debido a su trabajo. Él es camionero de larga distancia. Entonces es poco el tiempo para ponerlo al tanto de todo. Lo que hago para no preocuparlo es decir: "estoy bien”. Y, cuando está en casa y presencia uno de mis momentos "park”, pregunta "¿qué te pasa? ¿tomaste los remedios?”.
Mi hijo, de diecinueve años, como todo adolescente, vive en su mundo. Es como que él está tranquilo porque estoy en casa, entonces el duerme. La tele, la compu y cuando por casualidad ve mi rostro ojeroso y le pido que me traiga algo, primero rezonga, después lo trae y luego pregunta ¿Qué te pasa ma? ¿tomaste lo remedios?
Yo estoy segura que lo hacen sin maldad. Pero es como que no se han informado de que el caminar lento, el no tener fuerzas para tomar un vaso, el no poder ir a hacer las compras porque las piernas no me responden, es típico de mi enfermedad. Y con el tiempo, mi síntomas empeoran y no sé que va a pasar.
Por ahora, cuando él llega de viaje, doy gracias a Dios, saco fuerzas de donde no tengo y le tengo lista una rica comida, ropa lavada y planchada. Si vuelve a salir de viaje, le preparo la comida que va a llevar.
Cuando mi hijo se levanta ya tiene listo el almuerzo, su ropa lavada y planchada. Si tiene que salir sabe que mamá lo despierta y le tiene listo el desayuno.
Y así muchas cosas que realmente agradezco a Dios, porque no me dejan bajar los brazos y decirme para mis adentros: arriba, hay que ir a hacer compras para preparar el almuerzo, no hay pan para el desayuno, hay que ver que facturas hay que pagar, tengo que hacerlos acordar de que.. Y así innumerables cosas.
Y fíjense que todo lo que tengo que hacer por ellos hace que las horas pasen más rápido y que no piense tanto, sino que actúe, y todo esto me hace pensar: ¿No será esta la ayuda que recibo de Dios cuando le pido "Dios ayúdame, no me abandones”.
