En medio de una huelga general que pasará a la historia por su masividad, y que demostró en la calle un ascenso superlativo del descontento popular, el Parlamento de Portugal votó ayer un presupuesto de austeridad sin precedentes para intentar devolverle la salud fiscal al Estado.
El plan, aprobado con los votos de los legisladores del gobierno socialista y el principal partido de la oposición conservadora, intentará hacer frente a la crisis económica que recorre toda Europa y que también hace sentir sus inevitables consecuencias políticas.
Por este mecanismo de urgencia, el gobierno luso intentará recortar el déficit del 9,3% al 4,6% del Producto Interior Bruto (PIB) y reducir la deuda pública en 20.000 millones de euros en los próximos cuatro años.
Y para que esto ocurra, el plan prevé una importante rebaja salarial con su consiguiente alza de impuestos (el IVA llegará al 23%), eliminación de casi 25 mil empleos en el sector público, disminución de las prestaciones sociales, congelamiento de las pensiones y recortes del gasto e inversión estatal.
Su aplicación inmediata pondrá en marcha una importante reducción del poder adquisitivo en un país donde los que tienen aún la suerte de conservar un trabajo fijo poseen un salario inferior a los 800 euros.
Otro dato inquietante: en 2011, Portugal deberá destinar a la amortización de su deuda lo mismo que el presupuesto para la Educación, 28.000 millones de euros.
Estas medidas se dan en un marco de gran crispación de la ciudadanía, que ya ha soportado este año tres planes de emergencia tendientes a reducir el gasto público y aumentar los ingresos. Todos ellos han fracasado estruendosamente.
El arco de agrupaciones opositoras, desde los derechistas del Partido Social Demócrata, los democristianos y la izquierda marxista representada por el Partido Comunista y el Bloque de Izquierda, consideran que el gobierno perdió la brújula.
Señalan que la actual es una crisis estructural, coyuntural y territorial, y que el mayor error del gobierno socialista del primer ministro José Sócrates, fue haber intentado muchos cambios y obras públicas en poco tiempo, y quedarse solamente en el enunciado, ya que gran parte de esas iniciativas colapsaron.
A partir de ese momento, la inversión externa se congeló y la desocupación comenzó a hacer estragos en la economía familiar.
No obstante, el PSD, principal partido de la oposición, votó las medidas de urgencia, con lo que queda claro que a cierto sector del empresariado, el más vinculado con las trasnacionales, este plan oficial les viene como anillo al dedo, porque finalmente equilibrarán pérdidas con las rebajas del 5% en los salarios de los empleados públicos.
Además, su voto positivo exigirá que el ajuste fiscal recaiga más sobre el recorte de gastos que sobre los aumentos de impuestos a los sectores que más ganan.
