Llegan tan custodiados que hasta es difícil pedirles una selfie o un autógrafo. Es cierto, siempre hay excepciones pero prácticamente ningún jugador de la Selección argentina se detiene para esos pedidos desesperados de los hinchas.
Después, ya una vez en el hotel circunstancial donde se alojan, terminan ocupando un piso completo o bien un ala del hotel, con perfecta y celosa exclusividad. Esto significa que prácticamente no tienen contacto con algún otro huésped del hotel. Desayunan, almuerzan, meriendan y cenan en un lugar perfectamente cuidado para ellos. No salen nunca del hotel. Y cuando lo hacen, por ejemplo para ir a un partido, van por un pasillo vallado que le impide el paso a cualquier persona que no tenga nada que ver con la delegación.
Ni hablar de tiempo para una visita al shopping para estos muchachos. Ni aquí ni en otro lugar. Tan libres que parecen pero son presos de su propia popularidad.
