En todos los órdenes de la vida es necesario otorgar a la prevención su justa dimensión para no lamentar luego una dolorosa realidad que no se puede contener porque faltó previsión. Los gobiernos tienen la obligación moral, cívica y política de otorgar al Estado la garantía de que ejercerá su "eminencia” con actos de "preeminencia” toda vez que fuere menester. Hoy, cuando los caros embates de una Europa amenazante -avasallada por una tremenda dificultad política, económica y financiera- que no alcanza a definir ni dimensionar su crisis, en el marco de la lógica resonancia que genera cambios en las políticas de todos los países del mundo globalizado, en medio de esa coyuntura internacional de difícil análisis, los argentinos tenemos lo nuestro por la temeraria eclosión de una sequía con pocos precedentes que muestran el principio de una dolorosa realidad por la muerte de animales, y por los malos presagios en la producción agrícola-ganadera.

La responsabilidad de los gobiernos se puede medir cuando es capaz de manifestarse en su acto de prevención en cualquiera de sus formas. En este caso concreto, contra los daños causados por un fenómeno natural extremo, como lo es la sequía que afecta a vastas zonas del país. El Estado eficiente, cuando ocurren estos siniestros, tiene la oportunidad de mostrarse como lo que es y debe ser, el Estado garante de la previsibilidad, porque ese es su acto eminente, ya que de esa manera hace posible y viable el tiempo por venir, concretamente, asegura la idoneidad del tránsito hacia el futuro y el hombre, en cualquiera de los casos, será siempre más futuro que presente.

Siempre es importante que ante estos extremos los gobiernos, como la población en general, hayan creado la conciencia de la necesidad de un sistema de predicción y previsión de catástrofes. Cuando se entiende y comprende la trascendencia y sentido de la prevención y de su inherente consecuencia, la previsión, la conciencia del Estado advierte imprescindible el desarrollo de estrategias a corto, mediano y largo plazo. De esa forma, apreciaremos la vida hoy, y haremos cierta la vida del mañana.