La situación de la vitivinicultura argentina -que nos preocupa como provincia productora-, se desarrolla con las fluctuaciones de la propia actividad, como las del mercado, pero es mucho más compleja como parte de un panorama mundial donde inciden factores como los climáticos, ahora determinantes en esta industria.
En el contexto internacional se observa una crisis atípica porque este año producción quedará muy por debajo de los niveles requeridos para satisfacer la demanda de los consumidores y las necesidades de industrialización de la uva como materia prima, caso de la destilación de alcoholes, altamente dependiente en varios países.
El Observatorio Vitivinícola Argentino ha citado un informe de la consultora internacional Rabobank sobre la situación vitícola mundial y la evolución en la última década. En la elaboración de vino la tendencia la impuso el comportamiento climático. Así, las cosechas siguieron al fenómeno de El Niño Oscilación Sur y en los años en los que prevaleció La Niña (2007-2009 y 2010-2012) con menores rendimientos de cosechas.
En el corriente año, los indicadores describen a La Niña relativamente débil, pero sus impactos en la producción mundial de vino encajan con este patrón histórico. En el Hemisferio Sur, Australia y Nueva Zelanda se obtienen cosechas abundantes, mientras que la producción cayó fuertemente en Argentina, Chile y Sudáfrica.
Cuando eso se combina con la cosecha de Estados Unidos, que sería mayor que la del año anterior, pero sin acercarse a la media, la producción de vino de los principales países productores del Nuevo Mundo será inferior en un 10% con respecto al promedio de los últimos tres años. Más allá del contexto regional, también se prevé que la elaboración de vino caiga en los principales países productores de Europa.
Por otro lado, la demanda va en sentido contrario. El consumo estadounidense y canadiense continúa en ascenso constante, mientras que el mercado chino se ha recuperado fuertemente desde su interrupción y ahora es uno de los principales importadores. Pero más allá de la cuestión climática estacional, hay una consideración más estructural porque la inversión en el desarrollo de nuevos viñedos en muchos de los principales países exportadores ha menguado en los últimos años, tal vez por desequilibrios estacionales que podrían ser estructurales.
