Comenzando el siglo XX, Giacomo Puccini (1858-1924) ya era un músico reconocido, y sus obras musicales le significaban ser honrado, adulado y distinguido. Famoso, rico, apuesto y elegante, era el prototipo del "grand seigneur", pero a pesar de su instintivo "savoir faire", del éxito, del lujo, y de las bellezas con que solía acompañarse, era propenso a una intensa melancolía, luchando siempre con inquietas dudas sobre lo que componía.
En cierta noche de febrero de 1903, yendo en auto con su esposa, su hijo y el chofer, quizá a causa de lo sinuoso y escarpado del camino, el coche se precipitó a un barranco. De los cuatro ocupantes, el compositor fue el único afectado, con fractura de su tibia derecha. Por entonces, Puccini ya estaba trabajando en la composición de Madama Butterfly; obviando su padecer, y el estar ligado a una silla de ruedas, concluyó la ópera.
El 17 de febrero de 1904 fue estrenada en la Scala de Milán. A poco de comenzada, se escuchó en la sala una envestida verbal dirigida a Puccini y su obra; el ataque, con voces altisonantes y denuestos, se mantuvo hasta el final; al día siguiente los diarios proclamaban "El fiasco del maestro Puccini". Ante esa situación adversa, el músico, como nunca seguro de sí mismo, arguyó que esa era la mejor ópera que jamás escribió, y la más moderna. Hubo versiones dispares sobre ese acaecer, pero nunca se supo su verdadero origen.
En esa ocasión, el consagrado director de orquesta Arturo Toscanini (que favoreció la interpretación de muchas obras líricas de su tiempo) ofreció a Puccini dirigir la obra en América, insinuándole ciertas modificaciones para dar mayor vehemencia al canto. El compositor aceptó de buen grado, e hizo cambios: de dos actos, llevó la pieza a tres, cambió dos arias, que estimó flojas, por otras de culminante vuelo lírico, y dio mayor importancia a la participación del tenor.
La nueva versión fue presentada en Brescia (Italia) el 28 de mayo de 1904, significando un apoteósico triunfo. Hubo tantos aplausos, que el segundo acto fue interrumpido cuatro veces, y por la ovación final, Puccini debió salir diez veces a escena. Después de eso, Madama Butterfly fue escuchada y aclamada en todos los grandes teatros de ópera del mundo. Toscani habría de dirigirla más tarde en el Metropolitan Opera House, de Nueva York, causando exaltación en el público. Fue el 11 de febrero de 1907.
Puccini tuvo singular éxito en lograr una atmósfera y un espacio únicos en esta ópera; evoca una y otra vez el mundo oriental, sus flores y sus geishas, en hermosas armonías que crean un fondo auténtico, sobre el cual se mueve la heroína hacia su suerte.
Más que por todos sus visos de autenticidad, y hasta naturalidad, Madama Butterfly sobresale por su lirismo, una exaltación emocional que extasía. Entre las arias de la protagonista principal, por su bellísima melodía se destaca la justamente famosa "Un bel di vedreino" ("Un hermoso día veremos", cantada en momentos de su soledad) tal vez la más hermosa que en su vida compuso el notable músico, una joya de la literatura operística.
Antes de llegar a ser una ópera, Madama Butterfly era una obra teatral exitosa, adaptada de una novela de John Luther Long, que refiere el trágico amor entre un marino norteamericano, Pinkertun, y una dulce geisha japonesa, Cio-Cio-San ("Señora Mariposa", en aquel idioma). La ambientación escénica de la pieza musical presenta, en vestimenta y decoración, lo más similar posible a un exótico clima japonés, ya que el tema se desarrolla en Nagasaki, en la isla japonesa de Kiu Shu.
Enamorados locamente, la geisha y el marino se casan por el rito japonés; embelesados viven su dicha, hasta que él debe partir, dejándole promesa de regresar. Cio-Cio-San (que ha tenido un hijo de Pinkerton) durante tres años espera a su amado, y en esa expectativa, con todo su amor y fidelidad, canta "Un bel di vedremo".
Un día, enterada de la vuelta de Pinkerton, su corazón bulle de alegría, ¡él ha regresado! Alborozada, junto a su criada engalanan la casa con flores de cereso. Ansiosa, queda a la espera del marino. Éste aparece a la mañana siguiente, pero acompañado de una mujer; al verlo, Cio-Cio-San intuye de inmediato la verdad. Pinkerton le confiesa su casamiento con la norteamericana, le dice que añora la felicidad que con ella tuvo, y se despide. Quedando sola, infinitamente desdichada, Butterfly dirige a su hijo un adiós desgarrador ("Tu, tu, piccolo dio", Tú, tú, pequeño dios), venda los ojos del niño, y, yendo tras un biombo, se mata haciéndose el "harakiri". Pinkerton, arrepentido, entra llamándola.
Refiriéndose a Puccini, el crítico musical ingles Franeis Toye dijo que "nadie (como aquel) tuvo éxito en la composición de una ópera con tan grande resonancia universal".
