Recordando a uno de los personajes de Otello cuando describía a los celos y cambiando celos por inflación, podríamos decir que ‘es un monstruo que se alimenta de su propia carne y termina devorándose a sí misma‘. Primero, crece por influencia externa, un déficit aquí, un exceso monetario allá, una deuda que no se puede pagar, un desajuste generalizado de variables que desconciertan a compradores y vendedores, otros factores múltiples y desconocidos… Cuando luego de crecer alcanza la madurez y una cierta estatura, adquiere libertad, toma una dinámica propia, se independiza de los factores que le dieron origen y sigue su camino sin trabas, autónoma, insaciable. Por último, cuando supera ciertos límites, ella misma se encamina hacia una especie de precipicio, se retuerce como un animal herido, da furiosos estertores y enciende la mecha de una violencia que pone en crisis no solo el sistema económico sino también al político, disgrega a la sociedad y se autoelimina en el desbarranco de un ajuste que pone fin a su vida llevando consigo el trabajo de mucha gente, aumentando exponencialmente la pobreza y causando caos social y político. En su versión más extrema suele acunar totalitarismos, persecuciones y venganzas. Posee también la cualidad de una cierta simpatía para atraer a los mortales del modo que las sirenas a Ulises de Ítaca siendo una especie de veneno dulce que engolosina y consume a los pueblos. Es mala, pero pese a que todo el mundo lo sabe, cuando conviene muestra su rostro amable y se la tolera hasta que llega un momento en que se advierte que es preciso matarla. Pero ahí empieza el problema. ¿Cómo? Ahora verán que, luego de haber tejido una urdimbre compleja y aun con buena fe, nadie sabe con exactitud cómo desandar el camino de su laberinto. Economistas de distinto signo e historia personal coinciden en acabar con la inflación pero no así con el método. Veamos: El economista Martín Redrado -que fue Presidente del Banco Central desde el 2004 al 2010- piensa que ‘las políticas monetaria, cambiaria, fiscal y salarial deben converger hacia niveles compatibles entre sí‘. Como método propone la creación de un Consejo de Estabilidad Macroeconómica establecido por ley cuyo principal objetivo debería ser fijar metas y rangos semestrales de inflación y crecimiento con un horizonte temporal de al menos dos años. Este organismo debería rendir cuentas periódicas ante el Congreso. José Luis Machinea piensa que se debe cambiar las expectativas con anuncios creíbles de reducción de emisión monetaria y déficit fiscal y control de la puja distributiva. No ve consistente que la oposición pida reducción de impuestos y que las provincias reclamen más recursos porque eso representa un problema de 3 puntos del producto cuando ya el déficit es superior a 6. ‘Es necesario reducir el déficit y si no se reducen demandas la situación puede empeorar‘. Miguel Kiguel, otro economista que pasó por alguna administración afirma ‘Un plan antiinflacionario debe actuar sobre factores que le disparan, como déficit fiscal o políticas de estímulo al empleo y sobre las expectativas. Se debe asegurar que la economía tenga buenos fundamentos lo que significa que el déficit se pueda financiar con deuda y no con emisión y el Banco Central debe mantener una tasa de interés positiva en términos reales para evitar el exceso de demanda‘. Pide también un ancla y marca como opciones el tipo de cambio o la cantidad de dinero circulante pero califica con innovadora el utilizar como ancla el crecimiento nominal del gasto público. Como era de suponer, Mercedes Marcó del Pont insiste en la administración cambiaria en un contexto de escasez de divisas (cepo) y mantener los mecanismos de regulación de precios por el Estado – como los controles y el programa de precios ‘cuidados‘ que lanzó el gobierno anterior y aún continúa en vigencia- para evitar la recesión y el desempleo. Orlando Ferreres afirma que la inflación que se observa es inflación reprimida ‘en algunos casos desde 2001‘. Entiende que el proceso de reajuste de variables se prolongará hasta el tercer trimestre de este año. Pone el acento en la inversión para llegar al menos al 25% del PBI ‘para lo que se requiere una economía ordenada y una amplia apertura al mundo‘. Finalmente sugiere bajar proporcionalmente el gasto público consolidado incluyendo el financiamiento compulsivo de las obras sociales sindicales. Nuestra conclusión es que el monstruo ha tomado una dimensión tal que cuesta encontrar unanimidad en las armas para combatirlo.
