Constelaciones laberínticas, universos circulares, espejos y seres inmortales, algunos creados por el sueño de otro; son temas recurrentes en los que hamacó su pluma Jorge Luis Borges, el lúcido escritor de plateada cabellera y caminar pausado, marcado por el bastón en el que apoyó gran parte de su vida. Hoy, 25 años se cumplen de su muerte -acontecida en Ginebra, donde fue enterrado en el cementerio de Pleinpalais, no lejos de la tumba de Voltaire-.
Nacido en Buenos Aires el 23 de agosto de 1899, fue hijo de Jorge Guillermo Borges y Leonor Acevedo, a quien siempre se refirió como "madre". La leyenda cuenta que reveló a sus padres el deseo de ser escritor a los 6 años; que a los 7, escribió su primera pieza, "La visera fatal", inspirado en Cervantes; y que a los 10 publicó una traducción al castellano de El príncipe feliz, de Oscar Wilde.
En 1914, partió a Europa con su familia. Recorrió Londres, París y Ginebra donde debieron quedarse con el estallido de la guerra. Allí, cursó tres años del bachillerato donde aprendió alemán y francés, idiomas que sumó al inglés. Su reconocimiento fue tardío, posterior a un accidente que le hizo perder la vista. Sin embargo, posiciones políticas complicadas lo excluyeron del Premio Nobel.
Acaso la pluma más relevante del castellano desde Miguel de Cervantes Saavedra; cuatro referentes de las letras sanjuaninas evocan su figura como "un clásico", una presencia "inmortalizada" en obras que forman parte de la literatura universal.
