Hemos perdido por completo la capacidad de asombro (y no es una suerte) aun ante episodios tan incalificables como que cuatro indeseables, desde la tribuna de Casa Amarilla, en pleno entrenamiento de Boca Juniors, le griten a Martín Palermo (el de los 206 goles y 13 títulos en el club) bellezas tales como: "Palermo traidor", "Palermo amargo", "Cuidate", "¿Te querés ir, Palermo?", "Esto no es Estudiantes, esto es Boca", "A ver si corrés, Palermo", "Te vendiste igual que Schiavi", "Vas a ver lo que te va a pasar", "Andá a tomar la leche, Palermo"…
Primero trató de ignorarlos, Palermo, pero finalmente se acercó a la tribuna y le dijo al que llevaba la voz cantante, un corpulento sujeto con camiseta de Boca y una gorrita azul en la que se leía 12:
"¿Quién te mandó? Hace doce años que juego en Boca. ¿Por qué no hablamos afuera?"
"Claro que vamos a hablar afuera", respondió el cabecilla.
Después Jorge Ribolzi, que se acercó junto con el otro ayudante de campo, Rubén Díaz, y un único jugador, Lucas Viatri, les señaló a los agresores:
"Estamos trabajando".
"Está bien, está bien, ya dijimos que vamos a hablar afuera" cerró el sujeto.
No se los conoce pero está claro que son integrantes de la llamada "12", probablemente de una segunda línea. Nadie más, aunque sea socio del club, puede comportarse de esa manera sin que el personal de seguridad haga nada, ni siquiera después del escándalo, porque los cuatro se quedaron todo el tiempo que quisieron y cuando se fueron, lo hicieron profiriendo nuevas amenazas.
Después iba a trascender, aunque nadie lo confirmó en forma oficial, que la dirigencia ordenará un sumario administrativo para identificarlos. Es evidente que los indeseables no tienen ningún inconveniente con ser identificados. Es más, en el ingreso a cada socio se le toman los datos personales. No hay excepciones, se supone.
Peor aún, si los indeseables no quisieran ser identificados, perfectamente pudieron haber abordado a Palermo en otro lugar, donde nadie los viera. Todo lo contrario, lo hicieron en público para asegurarse difusión, porque en estos casos los periodistas no tenemos más remedio que actuar como sus agentes de prensa, dando repercusión a sus hazañas.
Sería pueril conjeturar que esto pudiera deberse a que Palermo no hizo goles en los últimos dos partidos o a que deslizó que no le disgustaría jugar el Mundial de Clubes con Estudiantes. A estas ratas hay una sola cosa que las moviliza: dinero, en efectivo o en especias.
O alguien se olvidó de satisfacer algún pago o alguien los contrató con algún fin difícil de precisar por ahora, posiblemente político, tal vez pronto se sepa (con lo cual nada cambiará).
Sin ir más lejos, hace muy poco, en el primer entrenamiento de este ciclo conducido por Alfio Basile se hicieron presentes en Casa Amarilla Mauro Martín y toda la plana mayor de "La 12" y después se supo que era porque los jugadores, tras el cierre del torneo Clausura ante Colón, habían omitido arrojar sus camisetas a la tribuna, como está pactado.
Finalmente, Martín y sus secuaces pasaron por la concentración a recoger un bolsón con camisetas. Así se manejan estas cosas.
