Fue más una expresión de deseo que una amenaza. El día que José Luis Gioja dijo que le gustaría ser candidato a intendente de Rawson en las próximas elecciones dejó claro que hay heridas de juventud que no cicatrizan, y también que será ese departamento, al que considera su casa, donde focalizará sus fuerzas el año que viene casi con pasión obsesiva.
Sorprendió aquel día el gobernador en Radio Colón porque todo el mundo imagina para él alguna suerte de ascenso en la escala jerárquica política. Se lo piensa tallando en la lucha por la Presidencia o al menos para entrar en la fórmula. Al menos, volviendo al Senado, ese que fue su trampolín político para desembocar luego en la casa de Desamparados y que también se reserva como espacio de contención hacia las primeras figuras que no tienen lugar. Pero nunca bajando un peldaño, como sería luchar por una intendencia.
Si el juego de truco se libra con la señas, el de la política se salda con los gestos. Es importante entender eso para no pensar urgente que habrá un desembarco rawsino con nave insignia y todo. Sí, en cambio, que será allí donde el oficialismo apuntará todos sus cañones. No sólo a ganar, sino a extraer toda la ventaja que le sea posible.
Hay dos razones por las que José Luis Gioja lo haría. La primera, saldar la más gruesa cuenta pendiente con su propia historia, porque ha podido ser casi todo lo que se propuso en su vida política, diputado, senador, gobernador. Pero no lo ha conseguido con su sueño inicial: ser intendente de su patria chica, donde perdió en 1983 con el bloquista Ciro Maturano.
También lo haría por la espina clavada que tiene con Mauricio Ibarra, a quien llegó a querer como alguien de su propia familia y a quien hoy quisiera ver en lo más profundo del pozo. Hay en el medio una historia que cambia de matices de acuerdo a quién la cuente, pero que ha llevado al gobernador a considerarse traicionado por un dirigente nacido de sus costillas.
Se conoce la energía que son capaces de acumular quienes se tiran con la palabra traición. Especialmente en el peronismo, donde la acepción lealtad funciona como combustible principal y se acuña adelante de todo, en marcha y día partidario.
Era Mauricio -junto a Sergio Uñac- el preferido de la casa entre los intendentes, como se cansaba de quejarse el capitalino Enrique Conti porque -decía- todos los ajustes coparticipables tenían dirección al Sur. Hasta que Mauricio apareció en la última elección encabezando una opción opositora y confrontando violentamente contra el gobernador. De allí no hay vuelta.
Ibarra ya no es el intendente de Rawson y ha tomado vuelo provincial. Pero igual el gobierno no ha conseguido saciar su apetito de escarmiento hacia él con el resultado del año pasado, donde estuvo a punto de dejarlo afuera de la banca de diputado que terminó conquistando por pocos votos, sino que además le asestó un muy duro golpe en el propio Rawson. Allí, en su propia casa, el entonces intendente y hoy diputado cayó derrotado estrepitosamente.
No fue eso suficiente bálsamo para la furia oficial contra Ibarra, y ahora piensa ir por el segundo capítulo. El año que viene, será la Intendencia la que estará en juego y no un simple resultado testimonial como el registro en un departamento de una elección nacional el año pasado.
La búsqueda, entonces, será arrancarle el territorio a Ibarra, que en el terreno no es él sino su sucesor Gustavo Rojas, y reconquistar un departamento muy caro a los sentimientos giojistas. No será fácil y por lo tanto requiere unir a toda la dirigencia del oficialismo detrás del mejor candidato. ¿Será el gobernador? Seguramente él dominará sus ímpetus de buscar una reivindicación personal, pero qué duda cabe de que estará mañana, tarde y noche dando impulso a quien encabece el desembarco.
Se abre aquí el capítulo de los nombres. Si hay que confiar en que aquella expresión radiofónica de Gioja en la que aludió a sus ganas de presentarse en Rawson fueron una metáfora, habrá entonces que buscar más abajo.
En ese peldaño aparecen dos dirigentes de raigambre rawsina y militancia probada en las filas giojistas: Daniel Tomas y Juan Carlos Gioja estarían siendo algo así como los candidatos naturales en el departamento, pero ambos tienen sus bemoles.
Son ambos parte del armado histórico de Gioja en Rawson y formaron parte de los acuerdos y los desacuerdos con Ibarra.
El gobernador siempre los destinó a otros sitios de relevancia para preservar al joven intendente, pero en el espadeo departamental nunca dejaron de sacarse chispas por ocupar espacios. Siempre Ibarra se quejó en voz alta de la presencia evidente de los hermanos del gobernador, especialmente Juan Carlos que armó tropa propia desde el vamos y se ocupó de fijar los límites bien claros aún con Ibarra gobernando.
Retirado Ibarra de las preferencias de Gioja, la lógica indica que sería este el momento de alguno de ellos dos. Pero las paredes de la política están tapizadas de cuero de los fanáticos de la lógica.
Tomas y Juan Carlos esperaron tanto tiempo este momento, y ahora es muy posible que ocurra que sigan ocupando cargos de otras dimensiones como hasta ahora, si se quiere, de mayor jerarquía, pero se sabe que no hay nada más atractivo para un dirigente que el territorio de su patria chica.
Daniel Tomas fue ascendido con honores a general del giojismo el año pasado, cuando le tocó encabezar las filas de la elección para diputados nacionales. No la tuvo fácil porque hubo figuras de peso enfrente y obtuvo un resultado importante. Una vez en Diputados, se enroló del lado de los protagonistas en algunos debates ásperos -el de glaciares, por ejemplo- y, se sabe, no es fácil conseguir espadachines eficientes. Por la otra frecuencia, nunca desmiente su interés de bajar a Rawson, aunque se sabe que para eso deberá interrumpir su mandato de 4 años a 2, algo que el giojismo se encargó de descartar el año pasado con Uñac y lo vociferó para desgastar a Ibarra, que dejaba el municipio. ¿Incurrirá ahora en lo que cuestionó entonces? Y para coronar el panorama, fue mandado a medir como candidato a gobernador, como otra posible opción a los que ya suenan.
Juan Carlos, el hermano menor del gobernador, siempre un dirigente con aspiraciones en Rawson. Tiene formado su grupo y nunca disimuló sus ganas de ser intendente, por eso sorprendió que a tanta distancia de los comicios anunciara que no competirá por la sucesión de Rojas, como lo hizo hace unos días. ¿Habrá sido una estrategia para que luego "se lo pidan", o será parte de un diseño más amplio, como la forma de ocupación del tablero electoral que planea su hermano José Luis?
Además de hermano, Juan Carlos es un dirigente muy valorado en la interna giojista. Desde allí es donde se lo señala como una ficha de valor para el momento en que el gobernador arme toda la boleta. Es nombrado como posible aspirante a vicegobernador, una variante que analizan en el caso en que el candidato a gobernador no sea el otro hermano, César.
¿Y si no es ninguno de estos dos números puestos, quiénes? La respuesta la entregó el propio José Luis Gioja en ese mismo programa de radio por Colón cuando habló de sus ganas de ir a Rawson: dijo que si por alguna cosa no lo haría es para no cortar el paso de tantos jóvenes.
De ser así, habría acceso vedado para Carlos Fernández, el ex intendente que funciona como concejal aliado y tiene ganas de volver, aunque ahora que se sacó su clásico bigote aparece rejuvenecido. Y en la cantera del giojismo aparecen algunos otros dirigentes que coquetean con el encuadramiento de "jóvenes" como Hugo Díaz o Pablo García.
Joven se busca, dirá el cartel. Aunque en la letra chica se podrá leer el otro requisito: fieles.
