Hoy se cumplen 75 años de aquel fatídico día en que la voz de Carlos Gardel se apagó violentamente en el aeropuerto de Medellín (Colombia). Pero en San Juan también hay otra razón para recordarlo: hace 77 años, el astro recaló en la provincia y su presencia provocó una revolución.
El Morocho del Abasto arribó en las mieles del éxito, cuando Federico Cantoni cumplía su segundo mandato de gobierno. Su visita fue impulsada por el ex diputado Marcial Porto -que propició el viaje del ídolo desde Mendoza- y los empresarios Bautista Estornell, dueño del ex Teatro Estornell; y Joaquín Escudero, propietario de la confitería La Morisca (por Mendoza entre Mitre y Santa Fe). Quienes fueron testigos de este hito ya desaparecieron, pero sus voces permanecen en la tinta de los archivos que permiten reconstruir aquella notable visita.
Algunos sostienen que llegó a la estación de trenes Gral. San Martín un domingo 2 de julio. Otros, que fue en mayo. El dato indiscutido es que fue en 1933 y que se hospedó en la habitación Nro.18 del desaparecido City Palace Hotel (Rivadavia pasando Mendoza). Junto a él estaban sus guitarristas Guillermo Barbieri, José Soria, Angel Riverol y Horacio Petorossi, a los que se les asignaron las habitaciones 2 y 4 del mismo complejo. Según el gardeliano Amin Raed, "llegó cerca de las 20, con una valija de mano, traje azul y sombrero gris’.
"Tomasito" Rufino Castro -fallecido en 2003- fue uno de los sanjuaninos que pudo cruzar alguna palabra con el ídolo. Con apenas 17 años, fue el botones del hotel que se desempeñó como su asistente exclusivo. El lo acompañó a la oficina del gerente para que firmara el libro de recepción y lo condujo hasta su cuarto.
"Gardel tenía un físico atlético ¡había que ver como subía las escaleras! Tenía también unos dientes perfectos y una sonrisa hermosa. Cada vez que yo acudía a su llamado lo encontraba solo, bien abrigado, tomando mate o haciendo gimnasia", contaba Don Tomás, que también supo relatar que ante el asedio de una dama que insistía en verlo, el tanguero le preguntó si había alguna salida de escape. Como no fue posible, aceptó diciendo: "ya me tienen harto estas mujeres’.
Su actuación fue la noche siguiente, en el Cine Teatro Cervantes (inaugurado en 1930 y demolido para la construcción de la Av. Central). Y un dato curioso es que mientras San Juan vibraba con Gardel, en Buenos Aires el pueblo lloraba la muerte del presidente Hipólito Yrigoyen. Una multitud se hizo presente en el alborotado teatro, y agotó entradas en un abrir y cerrar de ojos. Allí estaba Tomasito, que pidió llevarle la guitarra y así fue que pudo verlo cantar. No todos tuvieron tal suerte. Centenares de fanáticos quedaron en la vereda y coparon gran parte de la Plaza 25 de Mayo. Al enterarse de eso, generoso, el astro hizo abrir las puertas para darles cabida y luego salió e hizo un par de tanguitos para la muchachada y los lustrabotas.
Otro que pudo cruzarse con él fue Antonio Moratal Ibañez, por aquellos tiempos un veinteañero violinista que integraba una orquesta local, y que desde la platea ovacionó al artista que entonaba El Carretero, Naipe marcao, Tengo miedo y el estreno La Uruguayita Lucía; además de algunas tonadas que le escribía Saúl "el víbora" Salinas, sanjuanino amigo y guitarrista de Gardel. Moratal compartió la misma mesa del tanguero en una cena que se organizó en su honor en La Morisca, donde también estuvieron los hermanos Diógenes y Tomás Sancassani, y Raúl Oro (abuelo de Los Gajos de Pinono). Gardel se mostró amable y charló entre asado, vino, café, unas copitas de ajenjo y varios cigarrillos. En esos días, Carlitos también fue convocado para actuar en el Club Social; pero prefirió asistir a la casa del ex comisario D’ Angelo para saborear las empanadas caseras de su madre, regadas con buen vino tinto.
En el tiempo que pasó en San Juan, El Zorzal se hizo tiempo para visitar algunas fincas, ir a la cárcel a cantar para los presos y asistir al Club Español, presidido por Lucio Rodríguez. Incluso se encontró con don Aldo Cantoni, padre de Federico, en su majestuoso chalet. Para retribuírle el apoyo económico que tuvo para su debut en la provincia y su gira por Centroamérica, la voz de Mi Buenos Aires querido le entregó una tarjeta que decía: "Al senador Aldo Cantoni, su admirador C. Gardel’.
Además se cuenta que hizo dupla con un humilde sanjuanino llamado Pedrito Torres, a quien -dicen- le regaló una de sus guitarras y, según su hijo relató alguna vez, hasta le ofreció llevarlo a Buenos Aires, pero Pedrito se negó. También el poeta Rufino Martínez, que en ese entonces era mozo de la confitería La Chiquita (Mendoza y Mitre) y en La Morisca, pudo conocerlo. Y Pedro "Sombra" Chirino, fue el taxista que lo trasladó desde la estación de trenes hasta el hotel y los días siguientes se convirtió en su chofer particular.
El 6 de julio, el ídolo partió rumbo a Buenos Aires, justo en el momento que se realizaba el sepelio de Yrigoyen. Detrás suyo dejó emociones, anécdotas y el mejor de los recuerdos.
(Fuentes: archivo DIARIO DE CUYO, Fundación Bataller, Museo y Casa del Tango Amín Raed)
