Por una vieja amistad con mis padres, luego continuada conmigo y por razones de vecindad, era raro el día, que al atardecer no me llamaba por teléfono. Iba aunque fuera un ratito si podía y consciente de la importancia de los testimonios orales, siempre le pregunté de cosas, que ella generosamente me respondía.
Así, a través de Graciela Ciberia de Cantoni, esposa de Federico Cantoni, expropietarios de la estancia de Guañizuil, logré saber sobre esta estancia al igual que la de Tucunuco y de Mogna, tres importantes lugares del pasado de la Historia de San Juan, que casi han entrado en la categoría de leyenda. Hace unos días la estancia Guañizuil fue víctima de un incendio, lo que hizo a muchos recordar el valor histórico y natural de estas tierras iglesianas.
-¿Por qué no me habla de Guañizuil, lugar que conocí desde niña?
-Como en una película de largo metraje y a grandes rasgos te contaré lo que fue Guañizuil, sus cultivos, sus trabajos. Este lugar llegó a ser el sitio más visitado por los turistas que se alojaban en Pismanta, Centenario y Los Rosales, todas fuentes termales de la zona. No solo iban a conocer un oasis en medio del desierto, sino para conocer a ese personaje de don Federico, mi esposo, tan polémico para algunos.
-¿Desde cuando les perteneció la estancia?
-Federico Cantoni compra a don Carmen Videla en 1916 los derechos de campo en el departamento Iglesia, que fueron después la Estancia de Guañizuil, según su relato eran tierras feraces, pero casi todas revenidas, no habían canales, ni acequias, el agua invadía el predio…para disecar las lagunas se transportaba en carros: piedras y ripios de la falda de los cerros que circundaban..
-¿Me imagino que fue grande el esfuerzo?
-Por supuesto que sí, fue una tarea ardua, costosa y que llevó mucho tiempo. Yo la conocí cuando era un oasis de vegetación exuberante. A la entrada álamos de impresionante altura formaban una avenida que llegaba hasta el casco de la estancia.
-¿Recuerdo muy vagamente que había una casa, ¿porque no me la describe?
-Si, aunque la misma era de adobe tenía todas las comodidades, cómoda y confortable, al frente habían jardines con flores variadas, la primera habitación estaba destinada al consultorio de Federico, detrás una habitación amplia, con estanterías, repletas de remedios, que abastecían la zona, porque no solamente atendía los enfermos que lo buscaban permanentemente, sino que les daba el remedio que necesitaban.
Detrás del consultorio seguían dos dormitorios y dos mas atrás para comodidad de amigos y gentes que colaboraban con él.
Detrás de esto el gran comedor y la cocina.
-¿Habían caballerías?
-Por supuesto y eran importantes, las caballerías estaban hacia la izquierda, habían animales peruanos traídos desde Salta por el Dr. Patrón Costa y el famoso caballo llamado Jáchal, que ganó varias carreras en hipódromos y hasta el premio Carlos Pellegrini, Federico lo sacó en un remate en la Rural y lo tenía de reproductor, ya que se había mancado.
-¿Cómo conseguían el agua potable?
-En el patio había una bomba que extraía agua potable y hacia la derecha la cantina donde los peones se proveían de mercaderías, se había proyectado un chalet, que soñaba la señora Ursulina (madre de Federico). Alrededor de una loma se plantó un cerco de uvas ursi, rosales de pie y rastreros, estaban instaladas las cañerías y todos los artefactos necesarios, solamente faltaba la construcción, pero por un tiempo que estuvimos ausentes, entraron y destruyeron todo como si hubiera sido un terremoto.
-Cuénteme algo de los famosos zorros plateados.
-Cuando se intensificó la cría del zorro plateado, se les hizo las celdas en la finca nueva distante a 20 Km de Guañizuil, un alemán, experto se ocupaba de su cuidado. Las celdas se pintaban de blanco, para que al animal se mimetizara, así tenía mas valor, los coloreados no tenían el mismo valor que el plateado.
-¿Cuántas hectáreas tenía la estancia?
-Cuatrocientas hectáreas de manzanas de distintas variedades, se sembraban papas, porotos, maíz. A
toda la zona de Tudcum se les obsequiaba lana y manzanas, pues era difícil comercializarla en esa época por el costo del flete. Con la lana, tejida con cariño en los telares de todo Tudcum y Colanguil, por doña Manuela Noriega, Carmen Urriche, las Quilpatay, todas avezadas en hacer jergas, frazadas, alfombras.
No quiero seguir contando cómo se perdió todo aquello, porque me hace mal.
-Cerremos esta charla con un último pensamiento ¿Quiere?
-Sí, hoy vivo más del pasado que del presente, este aflora a mi mente, recuerdos tan caros a mis sentimientos, que me hacen envidiar a los que se fueron, porque soy una convencida y hago mío lo que dijo el poeta: "’No son los muertos los que en dulce calma la paz disfrutan de la tumba fría. Muertos son los que tienen muerta el alma Y viven todavía”.
Graciela falleció el 30 de junio de 1996.
