He seguido con mucha atención y a la vez con preocupación la serie de notas publicadas en este diario por el ingeniero Jesús Matías Filomeno Ocampo referidas a la casona de Samay Huasi del recordado autor de "Mis Montañas” y refundador de la Universidad de La Plata, Joaquín V. González.
Samay Huasi está ubicada en Chilecito, La Rioja, y viene sufriendo una serie de depredaciones desde que violando las disposiciones de la Ley Nacional 12.674 que rige su funcionamiento, la histórica finca ha sido entregada para su conducción, por la Universidad Nacional de La Plata, a un gremio. No es ese el destino -por más loable que sea- al que aspiró el insigne maestro y donante del bien, que el legislador respetó y plasmó en la norma legal vigente.
Joaquín V. González aspiraba a que Samay Huasi se convirtiera en una casa de reposo para escritores y artistas, como fue respetado durante mucho tiempo. Los sindicatos manejan hoy múltiples recursos, pero no pueden apoderarse de todo, y menos de un legado cultural de estas características.
Ahora se conoce un nuevo y grave menosprecio a su patrimonio: han destruido los rosales que daban vida y color a la Avenida de la Rosas, que el mismo González plantara para que fuera una comunicación directa entre la casa de Samay Huasi y la base del Cerro, donde se encuentran la Tribuna de Demóstenes, los Siete Sabios de Grecia, El Anfiteatro Griego y la piedra ahuecada adonde iba a meditar.
Como presidente del Comité Argentino de la Sociedad Internacional de Estudios Homéricos, entidad con Sede Central en Atenas, hago un llamado a las autoridades universitarias de La Plata a que revean lo antes posible este despropósito de conceder ese histórico recinto a quienes no están preparados para esa misión y entregarlo como dispone la ley y la voluntad del donante a quienes hagan cumplir los fines que se propusieron originalmente. Es decir, que la propia Universidad Nacional de La Plata asuma directamente su custodia, como había hecho siempre.
En homenaje a la memoria de Joaquín V. González es necesario que Samay Huasi vuelva a reencontrarse con aquella tradición que con el paso del tiempo ha ido adquiriendo una nueva dimensión, convirtiéndose en crisol de la cultura en aquellas hoy no tan lejanas provincias, para que una visita allí se convierta prácticamente en un viaje a través del tiempo, los paisajes y las creaciones de aquel tribuno eminente y ejemplar hombre de Estado, jurista, historiador, escritor, sociólogo y educador.
