Está claro que los combustibles
fósiles algún día se
acabarán y podrán ser sustituidos
por fuentes de energía no
convencional. Sin embargo, en el
tablero de juego, el mineral se volverá
la pieza más importante de la
partida, más que el petróleo, el gas
o el carbón para los intereses de
las empresas. Porque el avance en
la aplicación de este tipos de energías,
requerirán tecnologías que
dependerán de metales como las
celdas fotovoltaicas, los aerogeneradores
y los calentadores de agua
solares. Por ende, la demanda de
materiales como silicio, galio, indio,
acero y cobre, se incrementará
en los próximos años.
Un informe elaborado por la Asociación
Internacional del Cobre
(ICA), enfocado para Argentina y
América Latina, hace una proyección
y augura un rápido crecimiento
en la industrialización de
las ERNC para el 2020, año en que
la demanda adicional de cobre de
la región oscilaría entre 57.850 y
111.820 toneladas.
“La energía eólica y de pequeñas
hidroeléctricas representan 73 por
ciento de la demanda total de cobre.
Cuando se incluye la generación
de electricidad a partir de biomasa
proyectada, esas tres
tecnologías alcanzan 86 y 93 por
ciento de la demanda estimada de
cobre para 2020”, indica el documento.
En 2019, Brasil necesitará entre
39.940 y 44.440 toneladas adicionales,
Argentina, entre 4.070 y 29.610
para 2020 y México, 5.860 para esa
misma fecha.
No obstante, el reciclaje podría alimentar
al sector renovable con los
metales necesarios, además de
desacelerar la actividad minera.
De hecho, el informe “Tasas de reciclaje
de metales”, del Programa
de Naciones Unidas para el Medio
Ambiente, advierte de que algunos
metales fundamentales para
la fabricación de tecnologías limpias
podrían escasear por sus bajas
tasas de reciclaje. ICA calculó
que la generación solar fotovoltaica
requiere de 8,8 kilogramos
de cobre por kilovatio, la geotermia
necesita cuatro, la eólica 2,5,
la hidráulica dos y la biomasa 1,2.
El informe de ICA prevé que la
energía eólica y la biomasa serán
en la próxima década las tecnologías
más importantes en los países
analizados, y anticipa una significativa
expansión de la primera en
Argentina, Brasil y Chile y de la
segunda en Brasil, Argentina,
América Central, Colombia y
Perú. Para 2020, Brasil podría
agregar 8.521 megavatios a su capacidad
instalada de biomasa, y
Argentina y México entre 200 y
8.000 y 1.724 en eoloenergía, respectivamente.
