Los dos conjuntos escultóricos realizados por la brillante artista Lola Mora, destinados a decorar los accesos del Congreso Nacional, inaugurados y removidos luego por las críticas de entonces, volverán después de un siglo al lugar donde estuvieron, al frente del Parlamento, en un justo homenaje y reconocimiento a un legado que es parte de la historia del arte argentino plasmado por la controvertida autora jujeña.
Las estatuas, inauguradas en 1906, simbolizan la paz y la justicia y la libertad y el comercio, respectivamente, alegorías realizadas en mármol de Carrara, que le llevaron un arduo trabajo a la escultora, primero en Italia durante un año y después junto al lugar donde serían emplazadas. Pero todo este esfuerzo no tuvo la aceptación que merecía, despertando durísimas críticas moralistas por los desnudos expuestos, hasta que en 1916 se dispuso removerlas y las esculturas finalmente fueron trasladadas a Jujuy, donde realzan los jardines de la Casa de Gobierno.
Cuando el 10 de diciembre venidero se celebren los 30 años del retorno de la democracia, Lola Mora será protagonista de los festejos, pero con réplicas de los dos trabajos escultóricos que serán descubiertos en las escalinatas del Parlamento. Las copias responden a un proceso de alta tecnología que incluyó fotografías 3D y moldes digitales para que sean idénticas a las esculturas originales.
Lo trascendente es el homenaje reivindicador y la recuperación de una imagen esculpida que representa la libertad con un gorro frigio y el busto descubierto, una figura femenina semidesnuda que evoca la paz y un dios Mercurio tapado con muy pocas ropas. Estas estatuas siguen el estilo del extraordinario desarrollo de Las Nereidas, la colosal obra escultórica que ya en 1903 originó un torbellino de críticas de la sociedad pacata de entonces y la magnífica fuente no fue emplazada en el centro de la Plaza de Mayo, sino en el lugar actual, que en 1918 era la periferia.
"Lamento profundamente que el espíritu de cierta gente, la impureza y el sensualismo hayan primado sobre el placer estético de contemplar un desnudo humano, la más maravillosa arquitectura que haya podido crear Dios”, fue la réplica de Lola Mora a la escandaliza opinión pública porteña de principios del siglo XX. Y, ante ese pensamiento, solo cabe reflexionar.
