Es impresionante leer las crónicas policiales y ver que cada día se suman más accidentes de tránsito ocasionados por autos, camiones, motos, bicicletas y hasta vehículos de tracción a sangre. Es indudable que el parque automotor se ha multiplicado y actualmente hay casas en la que cada miembro de la familia posee su propio vehículo. Pero esto tiene que ir acompañado con la debida obediencia a las normas de tránsito y el respeto por el otro.
El licenciado en Comunicación, Juan León Roldán Moreno desde hace mucho tiempo habla de la necesidad de construir ciclovías para evitar más muertes y como éstas hay otras obras que es necesario implementar con urgencia en determinados puntos críticos de la ciudad y cabeceras departamentales.
No sé si es por ignorancia o simplemente por capricho que la gente no quiere aceptar normas de tránsito básicas como la pintura de amarillo en las esquinas, o las rayas blancas de los pasos peatonales. Cada uno se siente rey dentro de su vehículo y a veces, lo he comprobado, no respetan ni la semaforización.
Los peatones estamos expuestos cuando cruzamos calles de doble mano. Todos están acosados por la velocidad y el apuro. El egoísmo personal prevalece sobre el bien común y el respeto por la vida del prójimo. Querer al otro es una virtud que se llama altruismo antónimo de egoísmo. Se ha marcado, que en las ochavas no se estacionen los autos y aunque estén pintados con amarillo lo mismo los estacionan haciendo difícil la visibilidad de otro que manejan.
Si se coloca carteles que entrega la municipalidad para advertir que está prohibido en esas zonas, los arrancan. ¿Estamos viviendo en una civilización o en la barbarie en donde cada uno hace lo que quiere?
Tuve la suerte de andar por las calles de Madrid, en España. En ocasión de tener la necesidad de cruzar hacia una librería, un guarda civil notó la dificultad que tenía ante el tránsito, entonces se acercó y me preguntó a dónde quería ir. Mi sorpresa fue total cuando hizo sonar su elemento de sonido y paró el tránsito. Me saludó, me deseó buena suerte y pude cruzar tranquilamente. No es un cuento ficción. Es realidad.
Quisiera que alguna vez respetemos las leyes, ordenanzas y disposiciones y las cumplamos sin que sea necesario que nos estén vigilando o controlando.
