En vísperas de la celebración de este 25 de Mayo, el papa Francisco envió una felicitación al presidente Mauricio Macri expresando que ‘acompaño con mi oración al Señor para que conceda a todos los argentinos copiosos dones de su misericordia, que les ayuden a avanzar continuamente en la búsqueda del bien común, la reconciliación y la fraternidad’. El jefe de Estado le agradeció el mensaje, haciéndole llegar la firme decisión del Gobierno de avanzar en la concreción de esos objetivos para alcanzar la unión anhelada.
Estas misivas protocolares contienen palabras que se proyectan en el tiempo, por las diferencias sociales que definen la nacionalidad del ser argentino, desde los sucesos que desencadenaron la Revolución de Mayo de 1810. Fueron momentos de gran tensión por las profundas disputas internas de los patriotas para desplazar al representante español, pero también conservar bajo la influencia de la capital a todo el territorio del virreinato del Río de la Plata.

Fueron diferencias entre las posiciones de saavedristas y morenistas, después en la independencia entre unitarios y federales, más adelante radicales y peronistas -a su vez las divisiones partidarias internas-, hasta pasar por la dictadura con azules y colorados. Pero es en la última década donde recrudeció la ‘grieta’ social con diferencias bien marcadas entre amigos y enemigos, para atacar al que no piensa igual, con el lenguaje bélico de una militancia ideológica sustentada en el poder. Fue una época de ‘ellos’ y ‘nosotros’ la antítesis del diálogo, los acuerdos y el consenso que fortalecen las estructuras republicanas.
Siempre las clases sociales han estado claramente definidas y, aunque generalizadas como pueblo, en la historia de los liderazgos ese concepto ha respondido al momento en que se alcanzaban las decisiones trascendentes. Es muy distinto la diferenciación ideológica del sometimiento como el mundo ha vivido en el último siglo, de los antagonismos que rodearon al Cabildo abierto. Aquellos patriotas, representados por 450 vecinos calificados de la Gran Aldea, dejaron de lado sus posiciones por el proyecto de la patria naciente, en definitiva el del bien común.
Deberíamos reflexionar acerca de ese sentimiento que se debe cultivar por el respeto y el amor que debemos a la Patria desde cada lugar en que actuamos.