�La confitería El Águila tuvo sus años mozos entre la décadas del ‘40 y ‘90. Sus múltiples facetas la hicieron un sitio en el que los hombres escogían ir a tomar un café por las mañanas, las mujeres un té por la tarde y, por la noche, el baile se hacía presente. Hasta que vivió Juan Navas, principios de este milenio, abrió de noche.