No es extraño que el 63% de los brasileños opine que las Olimpiadas, las primeras en Sudamérica, dejarán más saldos negativos que positivos, según una encuesta de Datafolha. Casi todo lo que podría salir mal salió mal en medio de la peor crisis económica y política de Brasil. Se espera que la economía caiga en casi un 4% este año, y un megaescándalo de corrupción política determinó la suspensión de la ex presidenta Dilma Rousseff y cargos contra su predecesor Luiz Inacio Lula da Silva y funcionarios.

Como si fuera poco, la policía arrestó a partidarios del Estado Islámico que planeaban un ataque terrorista; hay alarma sobre los mosquitos portadores del virus zika, la bahía de Río de Janeiro está tan contaminada que pidieron suspender las competencias acuáticas, y muchas instalaciones construidas para los Juegos no estaban listas.

Aunque varios de estos problemas podrán ser eclipsados por las competencias deportivas y las imágenes de los cariocas bailando samba en las calles, el balance económico podría costarle a los brasileños por muchos años. Me lo aseguró el economista deportivo Andrew Zimbalist, autor de Circo Máximo: la apuesta económica por la sede de las Olimpiadas y la Copa Mundial, un libro que refuta la creencia de que estos supereventos deportivos son positivos para sus países sedes.

‘El resultado neto de los juegos de Río es que habrán costado una inversión de U$S 20.000 millones, recibirán U$S 4.500 millones en ingresos, y acabarán con un déficit de U$S 15.000 millones’, me dijo Zimbalist. Agregó que ‘Río está extremadamente mal preparada’. La ciudad no contaba con los medios de transporte ni las instalaciones de hospedaje y servicios para servir de sede de unas Olimpiadas, y la mayoría de las promesas oficiales de que las obras que se construirían beneficiarían a la población local nunca se cumplieron, añadió.

Pero tal vez lo más interesante es que tal vez Río no sea una excepción. Lo mismo ocurrió con las Olimpiadas de Invierno de 2014 en Sochi, Rusia, y con varias otras. Los países gastan sumas monumentales en estos eventos, y es frecuente que no recuperen mucho, dijo. Rusia gastó U$S 50.000 millones en los juegos de Sochi, y China U$S 40.000 millones en las Olimpiadas de Verano de 2008 en Pekín. Según Zimbalist, se calcula que Rusia sólo recuperó U$S 2.500 millones de los U$S 50.000 millones que gastó.

Han habido algunas excepciones, como las Olimpiadas de Verano de Los Angeles en 1984, que fueron un éxito porque la ciudad ya contaba con dormitorios universitarios y otras instalaciones para servir de sede. Pero, en la mayoría de los casos, ser sede de estas competencias es muy mal negocio, afirmó.

Mi opinión: las Olimpiadas de Río de Janeiro fueron el producto de las ansias de grandeza del expresidente brasileño Lula. En 2009, en el cenit del boom económico de Brasil impulsado por los precios de las materias primas, Lula movió cielo y tierra para que Brasil fuera la sede olímpica como parte de su campaña para convertirse en un líder mundial. Fue algo parecido a lo que hizo Vladimir Putin con los juegos de Sochi.

La próxima vez que un país pida ser sede de las Olimpiadas o de la Copa Mundial de fútbol, debería contratar a una empresa independiente de buena reputación para que evalúe las ventajas económicas de celebrar un evento de ese tipo, y hacer que su Congreso lo apruebe.