Pasaron 17 meses desde ese último Superclásico oficial en La Bombonera, ya que en la pasada temporada River tuvo que transitar un espinado camino en la B Nacional hasta lograr el ascenso y poder volverle a ver la cara a su archirrival. Este 28 de octubre fue esperado hace tiempo por los hinchas de River, para poder desahogarse y sacar a relucir todo el sufrimiento que tuvieron que padecer el último año. Por eso, desde las semanas previas al Superclásico, las filiales y los socios organizaron una fantástica puesta en escena para dejar el Monumental a todo color, al estilo del fútbol europeo.

La expectativa fue tal para este encuentro que ya una hora antes del partido, el estadio estuvo colmado, esperando la salida de sus jugadores, con un marco imponente y soñado. Pero del otro lado también este Superclásico era deseado. Se trataba del primer River-Boca luego del descenso del Millonario. Y era especial para +sacar pecho+ y burlarse del rival de toda la vida por haber perdido temporalmente la máxima categoría.

A pesar de que los controles policiales le impidieron a los Xeneizes entrar a la cancha con banderas, remeras y todo tipo de cotillón que incitara a la violencia, en la tribuna visitante se filtraron trapos con mensajes irritando a los Millonarios.

El salir de los equipos fue una bellísima expresión de fervor, aliento y amor de hincha, en especial del de River, que estuvo en mayor número por ser local. Parecía el partido soñado para los riverplatenses con el gol tempranero de Leonardo Ponzio y luego con el segundo del uruguayo Rodrigo Mora, en el complemento, la tarde no podía ser más brillante.

En el entretiempo fue el turno de la burla de los de River, con un gracioso crédito inflable con los colores de Boca, levantado en posición a la tribuna Xeneize, con el grito de "Riqueeelme, Riqueeelme", haciendo alusión al estratega que dejó la institución de la Ribera.

Pero este River parece no tener paz y sus muestras de inseguridad y falta de inteligencia para cerrar los partidos han sido un karma para esta versión del equipo de Matías Almeyda. Así, inmediatamente después del segundo grito de River, el uruguayo Santiago Silva metió el descuento de penal, y ya en tiempo adicionado, Walter Erviti sacó provecho de una distracción del fondo local y selló el empate, desatando el delirio de sus hinchas en la tribuna Centenario alta, la que terminó festejando en la vuelta del Superclásico.