Al componer un macizo de plantas necesitamos follajes, texturas, alturas, entre otras cosas. Los arbustos sirven para hacer fondos a otras plantas, para tapar visuales indeseadas, o para rellenar espacios vacíos. De todas estas funciones siempre estaremos armando una composición cuya finalidad quedará oculta sin necesidad de contarla. Los distintos tamaños, texturas, y colores son elementos básicos que utilizamos para combinarlos y formar así un impacto visual ornamental.

Si bien la mayoría de las plantas que cultivamos tienen hojas de color verde, muchas otras poseen pigmentos o abundantes pelos que ocultan la clorofila y hacen que estas especies tengan un color distinto del verde. Las plantas con follaje rojo siempre son un foco de atención cuando se las combina con otros colores de hojas. Las especies de color grisáceo o glauco le deben el color a la presencia de pelos especiales o a la producción de ceras en la superficie de las hojas. Esta característica está asociada con plantas que habitan climas desérticos o semidesérticos, donde hacer un uso eficiente del agua es fundamental para la supervivencia.

La posibilidad de combinar distintos colores de follaje, sumada al brillo y la textura, hace que estas especies sean muy utilizadas en paisajismo.