Si hay una actriz cuyo nombre costaba asociar a Las chicas del calendario, es Dora Baret. Con fama de "seria", viuda del prestigioso Carlos Gandolfo (fallecido en 2005) y mucho más amiga del teatro independiente que de las propuestas comerciales, el prejuicio no es tan descabellado. Tanto que hasta a ella (lo reconoce) le costó dar el sí. Sin embargo, hubo varias razones que la fueron ablandando: el poder de persuasión del productor Javier Faroni, la temática que aborda la pieza y que tiene que ver con el cáncer como disparador (algo que le tocó vivir en carne propia) y -para desilusión de varios- el hecho de que ella es la única que no se desnuda, el gran gancho marketinero de esta pieza teatral que en gira por el interior (antes de recalar, muy probablemente, en Mar del Plata este verano), el próximo domingo arriba a San Juan de la mano de Fundación Protea (a las 21.30, Teatro Sarmiento, entradas a $100, 90, 80 y 70, en venta en Data).

Basada en un caso real ocurrido en Inglaterra llevado también a la pantalla grande, Dora hace de la mujer que se opone a la audaz iniciativa de las socias de un club: a raíz de la muerte del marido de una de ellas, deciden posar sin ropas para un almanaque, que venderán con el fin de obtener fondos, primero para ayudarla y luego para investigación del cáncer. Y demás está decir que la iniciativa fue un éxito.

– Cuando le llegó esta oferta a las manos ¿Dudó antes de dar el sí?

– Hace años que no hago teatro comercial. Yo tengo un teatro con mis hijos que se llama Actor’s Studio, independiente, donde generalmente se pierde plata (risas), porque son entradas más accesibles y propuestas más underground, pero donde con Matías -el menor- continuamos la escuela del papá, Carlos Gandolfo. Ese era mi objetivo en verdad; de hecho también me alejé un poco de la televisión… El tema es que de vez en cuando, para no mantenerme tan lejos, porque eso también perjudica nuestra pequeña producción, hago algo si las condiciones son favorables. Y esto es lo que pasó en teatro y fue muy curioso.

– ¿Por qué?

– Porque conozco a Javier Faroni desde que empezó a producir. Incluso al comienzo de todo fuimos socios y fue él quien casi me obligó a que diera clases. Cuando me lo propuso dije "No puedo… al menos tengo que detenerme a pensarlo". Pero Javier seduce hasta a las piedras y acá estoy (risas).

– ¿Y que dijeron sus hijos, Matías y Emanuel (el mago)?

– ¡Estaban encantados! Soy yo la que analiza…

– Y eso que no se desnuda en la obra…

– No, soy la única que no se desnuda, porque soy la directora que está en contra de esa idea…

– ¿Y no se puso celosa?

– Bueno, al final la obra termina con algo que está un poco relacionado con eso, pero que por supuesto no voy a develar (risas)

– ¿Y cómo reacciona el público en la escena del desnudo?

– Es maravilloso porque en la escena del desnudo, que es muy rápida, el teatro se convierte como en un partido de fútbol, es muy gracioso lo que pasa con la gente…

– ¿La gente va a verlas por morbo, curiosidad, admiración…? Los desnudos de mujeres maduras no son usuales…

– Un poco todo lo que dijiste… Lo que pasa es que lo conmovedor de todo esto es que es un hecho real. Y lo que al final queda es el para qué está sucediendo eso, la investigación del cáncer. En mi caso, incluso, fue uno de los motivos que me hizo aceptar, porque yo estoy operada de cáncer de mama hace unos siete años y también lo viví con Carlos. La propuesta de la obra tiene que ver con cómo se encara esto.

– ¿El fin justifica los medios?

– En este caso sí, pero no siempre.

– Tras el debut ¿hubo autoestima alta o vergüenza? ¿Cómo lo hablaron entre amigas?

– ¡Hubo todo eso! Pero lo más maravilloso lo que sucedió, y que también comentamos mucho, es cómo las mujeres que rondan nuestras edades se sintieron identificadas. Muchas nos esperan para agradecernos. Cuántas de estas mujeres, incluso más jóvenes, no se atreven a esto frente a sus parejas…

– ¿Alguna vez las tildaron de desubicadas?

– Jamás. Siempre hay un gran respeto porque lo hacemos con gran respeto y son escenas muy cuidadas…

– Bueno, todas son hermosas señoras además, eso ayuda…

– Al menos en algún momento lo fuimos y hoy estamos a una edad y en una tercera etapa con dignidad (risas).

– Igual sirve para derribar tabúes, como el de la belleza y sensualidad femeninas sin calendarios…

– ¡Claro! Y te digo que hay momentos en los que siento no poder hacerlo yo también (risas)

– En lo personal ¿Qué es lo mejor que le deparó esta pieza?

– Yo estaba como cobijada en mi teatro y de golpe salí con esto, y a todo el país… es fuerte. Salí de mi escondite, pero de una manera casi violenta (risas). Y me encantó hacerlo. Si me preguntás, no me arrepiento, salí ganando.