El llamado "progresismo" que quiere imponer el mundillo K capitalino en todo el país parece haber encontrado una barrera en San Juan. Y es que si de ponerse a revisar pruebas se trata, hallarán en esta provincia, seguramente, más acciones de corte tradicionalista que de las "revolucionarias", por decirlo de alguna forma. Esa "barrera" surge gracias a dos opciones: acciones políticas o, simplemente, la idiosincrasia de las personas que viven en estas tierras; aunque también están los que piensan que hay un poco de las dos cosas, hay que decirlo. La definición es difícil porque, por ejemplo, es progresista haber aprobado el voto a los 16 años, como recientemente impulsó la gestión giojista, pero no lo es el hecho de no haber acompañado el matrimonio igualitario, algo que el Gobierno nacional considera como "avance social" y que enrolan en el conjunto de acciones de corte "progre", por supuesto, siempre mirado con la lupa K. El Gobierno local, más allá de estar en contra de la unión de dos personas del mismo sexo por ideología propia, actuó en consecuencia del pensamiento de sus representados: los sanjuaninos -al menos la mayoría- no lo apoyaban, y ni lo hacen hoy tampoco, según todos los sondeos de opinión que se tomen. El mensaje es difuso y obliga a los líderes oficialistas locales a estar atentos: en cualquier momento se puede saber la verdad de lo que piensan, que no es lo que está de moda en la Rosada y eso puede causarles problemas de corte político con la Nación, aunque no lo admitan. Más allá de las relaciones giojistas con el Gobierno nacional (que quedan graficadas en la foto de esta nota), lo que verdaderamente causa inconvenientes es el doble discurso. A la pregunta del título se agrega otra: ¿cuánto tiempo podrán sostenerlo?

Para entrar en contexto, el progresismo que pregonan algunos dirigentes políticos con sede (solamente) en Capital Federal, se puede explicar en ideas; algunas de ellas traducidas en proyectos legislativos y otras ya en ley: identidad sexual (feminismo, derechos de los homosexuales), aborto, defensa de la tierra, participación popular, ecología, derechos jóvenes; es decir, todas cuestiones que cualquier político de la extracción que se tome puede colocar en su carpeta de propuestas, pero que el kirchnerismo ha logrado hacérselas propias. En algunos casos con acciones bien claras, y en otros con grandes contradicciones. A su vez, el mundillo K convive con viejos popes populistas que están en el opuesto de todo lo mencionado anteriormente. Bajo este contexto nadie sabe a ciencia cierta definir al kirchnerismo. Si es lo primero, lo apegado al "progresismo" o si refieren a las viejas ideas políticas de otras décadas que, para embarrar más la cancha del lector, también se ven en la actualidad, y aplicadas por el oficialismo, por si fuera poco. En ese juego pueden ocurrir cosas como lo de esta semana en San Juan: Aníbal Fernández, un hombre que propone despenalizar el consumo de marihuana, de tertulia con Gioja a quien solamente oír hablar de drogas le eriza los pelos de todo el cuerpo. El senador pasó por la provincia y, como se ve en la foto que ilustra estas palabras, no la pasó mal: recibió la hospitalidad de la senadora Marina Riofrío quien, amablemente, le hizo de anfitriona en su propia casa. Asado, mesas de embutidos, salmón para los que dejaron de ser carnívoros, y música cuyana, esa que el ex duhaldista aprendió en su juventud, mientras estudiaba, según él mismo contó. "El kirchnerismo se podría traducir entonces en una amalgama de ideas", dijo alguien que intentó explicar la foto. A lo que otro contestó: "claro, los que quieren despenalizar el consumo de drogas y los que no, todos juntos en el mismo espacio".

Lo dicho antes, no es una crítica, es una foto de la realidad. ¿Está bien? ni siquiera los actores de este teatro saben si está bien o si está mal. No les importa pensar distinto. Y hay que admitir que a San Juan no le fue mal con esa unión: la provincia ha tenido la mejor época económica de su historia, nadie puede negarlo y buena parte de esa fortuna tiene que ver con, por ejemplo, tertulias como la de Fernández en San Juan.

Lo cierto es que los pobladores de esta provincia no aprueban en su gran mayoría las movidas de los líderes "progre". A saber: el matrimonio igualitario, no. La Reforma del Código Civil, no. La despenalización del consumo de marihuana, no. Ideologización de los jóvenes, no. Todo lo anterior está medido, y en el Gobierno sanjuanino lo saben. Donde hay diferencias es en el voto a los 16 años: DIARIO DE CUYO publicó una encuesta una semana antes de que el Gobierno anunciara que mandaría un proyecto a la Legislatura; los chicos aprobaban largamente y decían que votarían a Cristina. Otro encuestador hizo llegar un trabajo también al Gobierno, donde la mayoría no apoyaba. Al final el Gobierno decidió hacerlo igual, por convicción propia y, de paso, para quedar bien. Evidentemente el objetivo se cumplió.

No hay estudio para determinar si San Juan será "progre" alguna vez, como tampoco lo hay para saber cuánto tiempo seguirá Gioja con esa buena relación nacional. Hoy no hay nada que haga ruido, porque es Gioja el gobernador peronista más "prolijo" según los halagos de todo el Gabinete K y de la propia Cristina. Es decir, a la primer mandataria le hace bien mostrarse con el Gobernador de San Juan. Ya no es al revés, cuando era el sanjuanino quien necesitaba los votos. Ahora es ella quien necesita de la imagen de gente como Gioja, aunque cueste creerlo. Mientras el mandatario sanjuanino se mantenga en esa línea, nada lo moverá de al lado del cristinismo; aunque, lo sabe, sólo los une el éxito.