La vida de El Libertador estuvo signada por la presencia femenina, desde su madre hasta sus nietas, incluyendo obviamente a su esposa e hija. A través de esta variable, advertimos nuevamente la calidad humana del Padre de la Patria. En cuanto a su madre, doña Gregoria Matorras del Ser, nació en marzo de 1738, en un lugar llamado Paredes de Nava, en el otrora Reino de León. Ya en América se casó por poder con don Juan de San Martín, un joven que ostentaba el grado de ayudante mayor de un cuerpo de milicias. La boda prometida, se realizó en octubre de 1770 y tuvo la particularidad que no contó con la presencia del novio, por imperativo de las normas militares. En su representación y por un poder que la novia había otorgado a un oficial español, el casamiento pudo realizarse. De ahí la joven va a Yapeyú, para iniciar su vida matrimonial. Mucho se podría decir de esta sencilla mujer, que trajo al mundo varios hijos, el menor sería el futuro Libertador. La mayoría de los biógrafos dicen que la idiosincrasia o el temperamento de su madre, dejaron profundas huellas en los atributos de su hijo José Francisco, como su nobleza y desinterés por lo material. Ricardo Rojas se imagina magistralmente un escena en aquella selvática zona: ‘Sobre la costa argentina del río Uruguay, una mujer está a la sombra de árboles añosos (….) es mujer todavía joven tiene en su regazo a un hijo pequeño, que a veces descabalga de las rodillas maternas para jugar en la floresta nativa. La madre es española, pero el niño es criollo, nacido en el mismo lugar de las Indias, con tez bronceada (…) los ojos muy negros, los cabellos negros…’.

Cercana a nuestro héroe, otra mujer fue su propia hermana, la única que tuvo, llamada María Helena, nacida en 1771. Los historiadores dicen que ella ayudó abnegadamente a su madre a criar a sus hermanos menores, siendo casi su segunda madre, sobre todo del menor, José Francisco. María Elena, pasado el tiempo viajó a España, como lo harían sus hermanos, y contrajo matrimonio con don Rafael González y Álvarez Menchaca.

La esposa de San Martín, Remedios de Escalada nació en el seno de una familia porteña y patricia el 20 de noviembre de 1797. De estampa grácil y colmada de delicadeza, es posible que este matrimonio fuese arreglado, como era costumbre en la época, pero también es cierto que la adolescente cayó fascinada ante la presencia varonil del recién llegado militar. Es así que no dudó un instante en esposarse con él, con sólo 15 años de edad, y desde entonces acompañarlo y ayudarlo hasta donde le daba sus fuerzas en toda la campaña militar. Luego de San Lorenzo Remeditos quedó sola, hasta que San Martín, ya emplazado en Mendoza, mandó a llamar con apremio a su mujer. De esta manera marchó rumbo a la ‘ínsula cuyana+ abandonando todas las comodidades que su posición social le podía brindar.

La unigénita del General, Mercedes Tomasa, nació en Mendoza, en agosto de 1816. San Martín partía rumbo a la gloria, allende los Andes, en tanto que Remedios se iba con su pequeña hija, rumbo a Buenos Aires. El vínculo entre San Martín, y su hija, tuvo como sustento el cariño y el respeto mutuo. Siempre, aún a la distancia, se contactaban. Fue preocupación de este padre, no sólo la educación, sino hacer de ella ‘una tierna madre+. Luego sobrevino el noviazgo de Mercedes, con el joven Mariano Balcarce, noviazgo que aprobó totalmente el Libertador. Aquella boda se realizó en París, en diciembre de 1832. Este matrimonio trajo al mundo dos niñas, que alegraron la vida del General, en su destierro voluntario. Ellas fueron Josefa Dominga y María Mercedes. Muchas anécdotas hay sobre la relación entre ellas y su ilustre abuelo.