Durante siglos el hombre se comunicó a través de largas distancias utilizando el fuego, humo, reflejos de espejos, retumbos de tambores, palomas mensajeras. Recién en el siglo XVIII, la mejora en los instrumentos para la visión a la distancia y el avance científico, permitieron implementar la telegrafía óptica. Se trataba de una serie de torres, con brazos móviles en la parte superior llamados semáforos. Las distintas posiciones significaban letras ó símbolos que, copiados de torre en torre a través de kilómetros, constituían mensajes. Aunque la noche, la lluvia, la niebla y la nieve, dificultaban la tarea, de ese modo, los reinados controlaban territorios y mantenían el orden en tiempos difíciles. La primera en instalar una red extensa fue Francia, después de la Revolución, y le siguieron España, Reino Unido, Prusia y a principios del siglo XIX, EEUU.

El telégrafo óptico acortó distancias como nunca antes se había logrado. Lo que a un jinete a caballo le llevaba días, las redes ópticas lo hacían en horas.

El inglés Wilde intentó instalar redes en 1815, desde Buenos Aires a Tucumán y al Ejército de los Andes, sin éxito. Nuestro futuro fue el Telégrafo eléctrico, al que la pila voltaica hizo posible. A través de cables, la electricidad generada por la pila, transportaba mensajes codificados. El pintor y fotógrafo norteamericano Samuel Morse, ideó un Código basado en generar manualmente pulsos eléctricos de distinta duración. Un receptor distante los imprimía como puntos ó rayas que, solos ó combinados, significaban letras las que descifradas revelaban mensajes. Aunque se propusieron muchos códigos, el de Morse, aplicado en EEUU, se difundió por toda Europa y luego por el resto del planeta. En 1850, un cable submarino atravesó el Canal de la Mancha y en 1858 otro cable similar unió telegráficamente Inglaterra con EEUU.

Domingo Faustino Sarmiento, presenció la inauguración y en sus viajes, siguió de cerca los muchos fracasos y dificultades para instalar el cable. Impresionado por tal avance en las comunicaciones, fue propulsor en su patria y, a las redes de pocos kilómetros instaladas junto al ferrocarril durante la presidencia de Mitre, a partir de 1868, durante su gobierno, la extendió en muchísimos kilómetros. En 1869 en plena guerra con el Paraguay firmó el contrato para construir una línea que uniría las provincias del Litoral con Rosario. Se piensa que allí terminó su rivalidad con Urquiza, quien reconoció la capacidad visionaria del sanjuanino. Sarmiento estaba convencido que era hora de dejar de mirar de reojo los progresos y adoptarlos de quienes tenían experiencia. Secundado por su ministro Vélez Sarsfield, amplió las líneas a casi todo el país. Una de ellas unió Córdoba con Valparaiso (Chile) y al inaugurarla Sarmiento expresó: "para que los Andes no sean barrera demasiado alta y al Atlántico y Pacífico, sólo los separe un continente”. En 1872, Buenos Aires se unió a Río de Janeiro, pasando por Uruguay, mediante cable subfluvial y submarino. En 1874, en las postrimerías de su período presidencial, Sarmiento inauguró la primera comunicación con Europa, vía Brasil, diciendo "que los pueblos se convertían en familias, habitantes de un barrio.” Siempre reconoció la buena gestión de Vélez Sarsfield en la rápida expansión del telégrafo, aún a costa de utilizar partidas para caminos, considerando "que los telégrafos eran los caminos de las palabras.”

Ya en la presidencia de Avellaneda el Telégrafo se incorporó a la Dirección Nacional de Correos y durante la Campaña al Desierto, miles de telegramas se intercambiaron con Roca, comandante de las tropas. En 1903, durante la segunda presidencia de Julio Argentino Roca, la red telegráfica argentina era de 25.000 km, siendo una de las más importantes del mundo, en relación a sus 5 millones de habitantes. En 1910, centenario de la Revolución de Mayo, siendo presidente José Figueroa Alcorta, se inauguró una línea directa a Europa.

La seguridad e intereses del poder político, desvirtuaron el potencial democratizador atribuido al Telégrafo. Junto a la Electricidad y el Ferrocarril agilizaron relaciones humanas, más no infundieron grandeza moral en los gobiernos.

Desde aquel primer telegrama público entre Baltimore y Washington en 1844, el sistema manual se fue modificando y los puntos y rayas fueron letras. Las ondas electromagnéticas posibilitaron la Radiotelegrafía ó telegrafía sin hilos, luego desplazada por la Radiotelefonía, que añadió sonido a los mensajes.

Un sistema que brindó utilidad tanto en la guerra como en la paz, superado por la tecnología, hoy se encamina a la extinción. En 1999 se suspendió el requisito de que todo barco en altamar, llevara un operador telegráfico. El sistema de Socorro y Seguridad marítima funciona mediante satélites. Sin embargo, aún existen radioaficionados, que no se resignan a abandonar las huellas de Morse. Y en esa nostalgia por los tiempos idos, la figura de Sarmiento y su denodado empeño en difundir y poner en práctica los descubrimientos científicos de su época, descuella y resiste los embates de sus actuales detractores.

(*) Licenciada en Bioquímica.