El régimen sirio de Bashar al-Assad está al borde del colapso y sus fuerzas armadas sólo controlan el 30% del territorio, hundido en una brutal guerra civil. Desde el estallido de las protestas iniciales, más de 21.000 personas han muerto y cerca de 300.000 han dejado el país, tras meses de feroz violencia por parte de un gobierno que se está derrumbando moral, económica y militarmente.

Mientras tanto, observadores de las Naciones Unidas reclamaron al jefe del organismo, Ban Ki-Moon, que envíe al Consejo de Seguridad el informe realizado sobre la grave situación que vive el país que, además, se presentará el 17 de septiembre ante el Consejo de Derechos Humanos. El documento, describe un país en el que los sublevados han llevado a cabo crímenes de guerra, tales como asesinato y tortura, pero sin alcanzar la gravedad, frecuencia y escala de los abusos realizados por el Gobierno.

Los observadores tampoco dudan en denunciar que los "shabbiha”, las milicias al servicio del régimen, y el propio ejército nacional cometen crímenes contra la humanidad. El informe sostiene que la comisión de la ONU tiene evidencias razonables para creer que el gobierno y los rebeldes han cometido violaciones de los derechos humanos internacionales y de la ley humanitaria internacional, lo que incluye asesinatos ilegales, torturas, arrestos y detenciones arbitrarios, violencia sexual, ataques indiscriminados, robos y destrucción de propiedad.

Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), más de 1.300 niños murieron en los 17 meses de violencia en el país, sin mencionar los que han sido detenidos. En este sentido, el Centro de Documentación sobre Violaciones en Siria indica que entre el inicio de la insurrección, a mediados de marzo de 2011, unos 698 niños han pasado por las cárceles. La vida cotidiana bajo la guerra es incierta. Nadie va al trabajo. Las comunicaciones telefónicas no funcionan y es difícil obtener noticias de familiares y amigos entre una ciudad y otra. Los combustibles, incluso para cocinar escasean, y a la falta de productos cotidianos y medicinas se añade el miedo.

Resulta vergonzoso que Rusia, China y Venezuela apoyen a un régimen que sólo está sembrando muerte entre sus ciudadanos, y una comunidad internacional ineficaz a la hora de buscar soluciones para poner fin a una guerra fratricida.