Alfredo Di Stéfano se terminó de apagar en los tiempos definitorios de un Mundial de fútbol de la FIFA, que nunca pudo tener a la figurita difícil de la Saeta Rubia para su selecto álbum, la única.
Di Stéfano es para muchos un integrante del podio de los mejores de la historia del futbol, para otros, como alguna vez afirmó Enrique Macaya Márquez, el periodista con más mundiales encima, directamente fue el mejor de todos. El gran Di Stéfano que se fue en la Madrid que lo elevó a la categoría de héroe porque fue puntal en llevar al Real a lo más alto de la historia del fútbol, teniendo a Ferenc Puskas y Gento como laderos.
Las ausencias de los mundiales vinieron por ni uno ni dos sino por varios motivos.
La migración a Colombia lo sacó de la Argentina por la huelga masiva de futbolistas, recaló en Millonarios de Bogotá y con Adolfo Pedernera hicieron goles y mucho ruido.
Para cuando Santiago Bernabeu fue deslumbrando por la Saeta en la visita y goleada de Millonarios a Madrid por el cincuentenario del Real, Argentina ya lo había perdido. Por cuestiones de celo político Juan Perón impidió que AFA mandara un equipo a Brasil del 50 y allí Argentina desperdició la gran chance.
Pero ese Di Stéfano que perdía el porteñismo de Barracas a medida que ganaba acento español, pese a su decir cerrado, no pudo estar con la Roja en el 58 al no clasificar y cuando estaba a punto de jugar en el 62, convocado por otro argentino, Helenio Herrera, una lesión lo dejó fuera casi con el pitazo inicial.
Ya no había tiempo para Inglaterra 66 porque los 40 almanaques que se le venían le habían quitado esa velocidad que lo hizo único. Lejos de aquellos tiempos, la FIFA mira a lo lejos cómo se apagó la estrella que nunca lo tuvo en el firmamento de sus mundiales.