No es casual que en diferentes aspectos de la vida diaria, después de una tragedia, se adopten las prevenciones y las medidas de seguridad que se exige respetar. Esto se observa tras los accidentes de tránsito y de otros hechos evitables si se respetaran las prevenciones normas mínimas.

Más allá de esa desaprensión colectiva, lo sorprendente es que las propias autoridades encargadas de velar por el cumplimiento reglamentario, lo ignore por acción u omisión. Prueba de ello es la paralización de las obras del tendido de la red cloacal de Rawson, por considerarlas inseguras, según lo comprobó el miércoles último la Policía de Trabajo en la zona de calle Progreso y Acceso Sur. Allí los inspectores observaron la posibilidad de derrumbes en las zanjas para la cañería, debido a la inconsistencia del terreno. Incluso se comprobaron desprendimientos de los taludes.

Claro que estos trabajos se iniciaron en 2006, con idéntico sistema constructivo y consistencia del suelo, por lo que quedan interrogantes acerca de la fiscalización en materia de higiene y seguridad. Y un agravante: en 2005 murieron dos niños sepultados por el derrumbe de una zanja similar, en Santa Lucía, hecho por el cual la Justicia procesó a OSSE y al municipio departamental.

La inseguridad en las obras de Rawson aparece ahora, por el drama de la desaparición del obrero Rodrigo Muñoz, hace más de una semana en un conducto cloacal, desprovisto de todos los elementos de protección.

Las muertes evitables no son atribuibles al destino o a la fatalidad. Hay responsabilidades de por medio.