Con los tiempos que corren y la situación económica que preocupa, tener una familia numerosa ya no es tan común. Pero cuando la tradición manda, el esfuerzo se redobla. Así piensa Germán Amaya, pintor de obra, de apenas 47 años, que tiene 9 hijos y que se desvive para que nos les falte nada. Son siete varones y dos mujeres, que lo ponen "gordo de felicidad", según comentó.

Su bisabuelo tenía 14 hermanos, su abuelo 7 y su abuela 11. "Nos criamos entre familia numerosa, con esas largas mesas donde todos pasábamos grandes momentos y por eso siempre tuvimos la idea -con María del Carmen, su esposa- de compartir todo entre muchos", citó. Así comenzó todo en la vida de los Amaya. Se casaron hace 24 años y uno después llegó la primera bendición: Gema (hoy de 23 años), y luego nació Germán (22). Allí se tomaron un tiempo y tras un lustro vino Gabriel (17), siempre en su casa de la Villa El Salvador, en Chimbas. Después fue el momento de Florencia (15), Gerardo (11), Matías (9), Facundo (8), Ezequiel (6) y el último, Juan Pablo (3).

De todos ellos, sólo los dos más grandes ya dejaron el hogar para, en el caso de Gema, casarse y darle dos nietos. Mientras que Germán vive con su abuela.

Amaya vive por y para sus hijos. Además de su profesión, cría animales, carnea, amasa pan, hace fletes y hasta lustra muebles. "Cuando cuento que tengo 9 hijos, todos me dicen «cómo debes trabajar», porque hay que mantenerlos, la mayoría están en la escuela y te piden cuadernos y la moneda para una cosa y otra", agregó.

Este papá, años atrás, era de la hinchada de San Martín y no se perdía ningún juego del Verdinegro, hasta que la familia comenzó a agrandarse. "Ni a la cancha voy ya, porque 20 pesos mal gastados valen demasiado", dijo, para agregar que "se nos pierden 10 centavos y nos tiramos todos a buscarlo".

Cada momento de Germán con sus hijos tiene algo especial. Son una familia muy católica. De hecho en cada embarazo lo tomaron "como una obra de Dios". Esa fe los llevó a que cada 24 de diciembre recibieran la Navidad en la Difunta Correa. "Cuando mi hija era chiquita tuvo un problemita y nos recomendaron pedirle a la Difunta, por eso es que todas las Nochebuenas, a las 20 partimos todos en la camioneta", dijo.

Los Amaya son una gran familia, que se caracteriza por la solidaridad de todos. Actualmente están ampliando su casa y Gabriel es el que contribuye para tal fin. Florencia es la encargada de llenar el lavarropa, mientras que los más chicos buscan la leña para calentar el agua a la hora de bañarse. "Mis hijos me dan satisfacciones todos los días, eso me llena de orgullo. Cuando se van a mi suegra y no escucho bulla los extraño", destacó Germán, quien tiene un ideal para sus descendientes: "Que tengan un buen porvenir".