Los redoblantes, el bombo, los platillos y las cornetas de aire esta vez impactaron más que en otros actos políticos. Pero no de una manera positiva. Todo lo contrario. Es que en la entrada principal del nuevo hospital se habían concentrado diferentes grupos movilizados del justicialismo y de la Agrupación Piquetera Virgen de Fátima para apoyar la inauguración. Pero estaban en medio del hospital Rawson y el ruido intenso resultó agresivo.

“Es una vergüenza. Esto provoca indignación. Los bombos al lado de una zona de internación de gente con problemas cardíacos, donde hay niños internados, donde hay gente convaleciente, es algo que no corresponde”, dijo uno de los médicos al finalizar el acto de inauguración. Este y otros profesionales, todos con guardapolvo blanco, miraban impotentes hacia los manifestantes.

Luego, cuando ya las autoridades se habían concentrado en el ágape en el subsuelo del nuevo edificio, y el grueso de la movilización ya se había descomprimido, uno de los oficiales de policía tampoco toleró más la situación y se hizo cargo: “Basta. Vamos a hacer que se callen. Vengan, vamos”, ordenó a un grupo de policías que tenía a su alrededor. Se dirigieron hacia los muchachos de los instrumentos musicales y les hizo un pedido en tono de orden inmediata: “No pueden hacer más ruido. Esto es un hospital y hay gente internada. No pueden tocar más”, les dijo el oficial. Así, el ruido cesó y lentamente retornó el silencio típico que debe haber en un hospital.