Ha causado sorpresa la iniciativa de un conjunto musical, de interpretar en víspera del 25 de Mayo, el Himno a Sarmiento con ritmo de cumbia, en la iniciación de los festejos del Bicentenario del Gobierno porteño.

Se trata de la alteración de una de las canciones oficiales que recuerdan a Domingo F. Sarmiento, en este caso el himno de Leopoldo Corretjer, que se canta a nivel nacional, a diferencia de la canción de Colecchia, entonada por los sanjuaninos. No es la primera vez que diferentes expresiones artísticas ejecutan versiones "actualizadas" de los símbolos republicanos. Desde el Himno Nacional de Charly García a las variadas interpretaciones de la Marcha de San Lorenzo, pero lo insólito es que la conmemoración del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires auspicie un himno histórico al ritmo de milonga-chamarrita con cumbia villera.

Nadie puede censurar la inspiración artística posmoderna, mucho menos si se lesiona la libre expresión de las ideas, pero es diferente si existe una intencionalidad que pueda sentirse como degradante en el sentimiento popular por un prócer o frente al simbolismo patriótico.

Tal vez el himno-cumbia pueda ser un éxito en reductos apropiados, pero choca en actos recordatorios tan relevantes, como el del Bicentenario. A ningún inglés se le ocurría con "God save the Queen", tampoco a los franceses con La Marsellesa y menos el "Star-Spangled Banner", el himno nacional de EEUU, en tiempo de rock.

La creatividad y la libertad de expresión no deben traspasar los límites del respeto por los símbolos patrios.