�Todos los días antes del amanecer se forman largas filas de vehículos en las gasolineras de Cúcuta, ciudad colombiana de 600 mil habitantes para abastecerse de combustible, un producto que antes sobraba y ahora escasea desde que el Gobierno venezolano cerró la frontera. La gasolina venezolana y otros bienes de consumo ingresaban por el Puente Internacional Simón Bolívar a Colombia de contrabando, con lo cual Cúcuta y todo el Norte de Santander venían gozando durante décadas de la gasolina más barata del país.
