Tanto los empresarios del mosto como los del sector de elaboración de vinos han debido incorporar en los últimos años tecnología de última generación y normas de calidad para poder llegar al mercado externo como interno. Sin duda han alcanzado, en muchos casos, modelos de producción que les permiten obtener estándares de calidad internacional comprobada. Sin embargo no todos corren con la misma suerte en la actualidad, ya que los resultados comerciales no están acorde a esa inversión. Los sectores coinciden en que esto se debe a la excesiva presión tributaria y laboral.
En el caso del jugo de uva hay que destacar que Argentina durante varios años (2002-2007), llegó a ser el primer exportador mundial (San Juan participa en más del 90 por ciento de esa comercialización), pero fue después del 2007 cuando comenzaron a caer pasando de 200 mil toneladas en ese año a 88 mil en 2010.
El principal argumento de los mosteros es que esta caída obedece a los distintos tipos de aranceles e impuestos que se deben abonar al Estado nacional y que los deja fuera de competencia internacional, tales como la retención a las exportaciones, la dolarización del precio del gas, la denominada energía plus (pagan por sobre gasto cuando exceden el promedio de consumo), entre otros aspectos como la paridad cambiaria. Esto encarece los costos del producto y en consecuencia baja su competitividad a nivel mundial.
El último informe del INV indica que a julio de 2011 la comercialización de mosto concentrado en el mercado externo alcanzó las 53.939 toneladas (total país), registrando un aumento del 41,74 por ciento comparado con los primeros seis meses del año anterior. Un dato importante pero que no termina de cerrar en el sector empresario.
