Por Hugo E. Grimaldi, Agencia DyN Quienes durante muchos años criticaron el contrato celebrado entre la AFA y TyC primero y TSC después, se han llenado la boca desde siempre hablando de monopolio. Ahora, se alzan otras voces que temen por otro monopolio, a su juicio más nefasto, porque involucra la comprobada incapacidad del Estado para administrar. Desde lo ideológico y en medio de la rescisión del contrato de televisación del fútbol, las peleas dialécticas están a la orden del día, aunque en el fondo de la cuestión estén presentes el poder y el dinero, junto a la necesidad política del Gobierno nacional de mostrar algún gol a favor. Ni progresistas ni liberales no ignoran que el tango no se baila solo, sino que se necesitan dos. Y que para que haya un monopolio que usufructe es necesario que haya un concedente que lo permita. Sin embargo, la pelea por el dinero del fútbol parece haberla ganado el bando de los populistas, quienes apuntan a convencer con el discurso de la gratuidad, como si no se supiera que en economía nada es gratis. En esta ocasión, una vez más la AFA y los dirigentes de los clubes han tenido la coherencia de comportarse a favor de la historia reciente, aunque muchos de ellos por necesidad para tapar los agujeros negros de administraciones sospechadas, como una elite dispuesta a digitar las cosas para que la moneda siempre les caiga a su favor. En primera instancia, tomaron de buen grado aquel kilométrico contrato de TV hasta 2014, después se comieron el dinero del Prode, la esponsorización, la publicidad estática y la venta de jugadores y ahora, dieron una vuelta en el aire y se pusieron de lado del Estado, quizás por 10 años, aunque se sospeche que para seguir haciendo de las suyas. Está claro que ahora el Gobierno asegurará una cifra anual y que será socio de la AFA, aunque todavía hay un gran paréntesis que envuelve la cuestión, hasta que se desnuden sus verdaderos planes: si el Sistema Nacional de Medios Públicos hará una administración centralizada con comercialización incluida o si será un mero distribuidor de partidos con destinos varios y a riesgo de los demás. También habrá que ver qué cosas cambian para satisfacer los estándares mínimos de transparencia que todos desean. Si antes no hubo licitación, ahora no debería volver a funcionar el dedo. Si antes los números eran un agujero negro, ahora esa contabilidad debería estar abierta a todos. Si antes había que pagar por el fútbol, habría que reconocer que es probable que desde ahora también se deba pagar. En fin, si aquello era un monopolio, ahora habría que evitar caer en otro. Al respecto, el ex periodista Ernesto Cherquis Bialo, vocero del presidente de la AFA, no ha sido un fiel expositor de los nuevos vientos que deberían soplar cuando comunicó la rescisión del contrato con TSC, con medias verdades al estilo de que desconocía la acción del Gobierno nacional o sin decir que Futbolistas Agremiados había parado la supuesta presión que le puso vapor a la olla. Más bien, Cherquis ha hecho gala de un descaro que ofende la inteligencia cuando señaló que “por suerte, ahora no habrá que esperar más hasta el domingo a la noche para ver los goles”, como si el contrato que obligaba a la AFA a tal despropsito lo hubiese firmado una sola parte. Es más, Torneos asegura que esa cláusula la puso el propio Julio Grondona, el incombustible dirigente que sigue monopolizando su silla, mientras “todo (lo demás) pasa”.
