Ante una catástrofe natural o accidente de magnitud, la primera reacción es la de gente solidaria que espontáneamente acude en ayuda de las víctimas, muchas veces antes de que se activen los mecanismos de emergencia o por la demora de estos en llegar al lugar del siniestro.
Tal respuesta surgida del anonimato de personas movilizadas en apoyo de los damnificados, es un recurso humano de enorme valor en medio del caos y es necesario ordenarlo de manera que el voluntariado esté organizado y actúe mediante un plan destinado a optimizar sus esfuerzos. Es decir, el modelo de socorro inmediato de los organismos de Defensa Civil, que en general no cumplen con su cometido o tienen dudosas estructuras para su accionar, como es el caso de San Juan.
La penosa experiencia que le dejó al Gobierno bonaerense la devastadora inundación en La Plata, el 2 de abril último, ha dado lugar a la implementación de un programa de capacitación para emergencias, de manera que los vecinos voluntarios sepan cómo actuar y dar la respuesta adecuada a quienes atraviesan un acontecimiento traumático. Es que los primeros minutos que siguen al desastre son vitales para encauzar el salvataje en medio del desconcierto y es en esos momentos en que los voluntarios deben saber los pasos a seguir, como también después, cuando se requiere la contención de las víctimas y la reconstrucción de servicios y viviendas, como en la contingencia platense.
La solidaridad en la población surge espontáneamente, pero si los voluntarios carecen de instrucción para afrontar las emergencias y no se ordenan para canalizar su trabajo, todos los esfuerzos se diluyen entre las buenas intenciones y las malas decisiones que pueden adoptar. En La Plata más de un millón de jóvenes querían ser voluntarios para dar ayuda hasta en la reconstrucción, pero no tenían ninguna preparación para esos fines.
El Programa Provincial para Enfrentar Emergencias, de las autoridades bonaerenses, que se desarrolla en la Universidad de La Matanza, es un ejemplo a seguir para capacitar a quienes están dispuestos a ayudar al prójimo con los conocimientos apropiados como primera respuesta para mitigar los efectos de un desastre. Es para pensarlo en San Juan, más allá de la prevención sísmica estructurada en los organismos oficiales.
